Retazos de una noche de sexo desenfrenado, morboso y no apto para menores se entremezclan entre mis tareas de la mañana… Eso es lo que tenemos tú y yo cada noche, Sexo con mayúsculas. No hablo de meterla… hablo de sentir que esa verga destroza todo resquicio del deseo de mi alma de sentirse normal… la normalidad no aceptada de una mujer que sabe exactamente lo que quiere y no acepta bajo ningún concepto esa estandarización. No hablo de mamarla… hablo de conseguir que te fundas en mi boca mucho antes de correrte, acoplarme con tal confianza a tus necesidades que no sepas donde empieza mi lengua y donde acaba la piel de tu verga. Hablo de un deseo que consume la epidermis y las entrañas, hablo de una necesidad de sumisión por mi parte a todos y cada una de las imágenes que puedan atormentarte en tus tardes más calientes.
Desear complacer no es lo mismo que complacer sin limitaciones… Eso tú y yo lo sabemos. Dejarme atar… eso es un juego de niños. Lo que te entrego es mi cuerpo en total rendición, para que cuando quieras mandes, para que cuando lo quiera yo… arda la cuidad. Pídeme lo que quieras con dulces palabras, como si me estuvieras solicitando que te abrace… nada más lejos de lo que tienes en mente, por supuesto, pero tanta naturalidad y seguridad en las peticiones que te dejo hacer porque moriría si no pruebo… Gritar mi plenitud cuando después de un rato con tus palabras has conseguido arrancarle a mi alma tres magníficos orgasmos que me dejan desmadejada, y sin embargo, aun hambrienta de tu sexo salvaje y diferente. Amarte sabiendo que podría ser la última cosa que haga antes de morir… Sentir que hay vida antes de la muerte
Por eso, aun a costa de saber que es una locura, bajo mi falta en mi centro de trabajo hoy noto los enganches de un liguero, que puede ambientar cualquiera de tus fantasías. Y mis pies se visten con unos zapatos de tacones imposibles aun a riesgo de dislocarme un tobillo si una urgencia entra por la puerta y hay que correr al cuarto de parada. Salvar la vida en mi servicio de urgencias con fetiches de mi amante, como salvo yo la tuya todas las noches acudiendo a tu encuentro.
¡Qué Dios nos coja confesados!