¿Escribirte, dices? ¿Para qué? ¿Para no recibir nunca respuesta, para no tener nunca una palabra amable tuya, un guiño, algo que me pueda recordar que estás ahí…? ¿Para calentarte? ¿Para que te corras leyendo lo que te escribo, para que sueñes que todo podría ser de otra manera? Imagina que hoy, solo por un momento, hubieras metido la mano debajo de mi falda, rozando la suave piel del pubis y notado que uno solo de tus dedos se mojaba al instante con el contacto entre mis labios íntimos… Antes te gustaba tener una erección pensando en mí, tocándome, saboreándome…
Notando cómo te deseo, notando como me tienes a tu merced, eternamente excitada. Pero parece que ya no sirve para nada.
Me jode desearte, morirme por llevarme tu verga a la boca. Estremecerme cuando pienso en dejar vagar mi lengua sobre tu espalda, sin rumbo, sin prisas… Me jode sonreír cuando me siento rechazada por algo que no sé si es indiferencia, sin la esperanza de explicaciones porque esas son palabras que no se tienen que dar entre dos amantes. Al menos no entre nosotros, que tanto nos conocemos y tanto nos ocultamos… Fingir que aplazarlo no es tan malo, aunque un pedazo de mis entrañas se muera por tu horrible rechazo hacia mi cuerpo encendido.
Pero un beso…
Un largo y profundo beso robado sin más, un anhelo, una temeridad si es delante de la gente… algo muy dulce si es en la intimidad de la oscuridad de la noche… Excitante, al fin y al cabo. Pero, ¿y tú? Ya no se te eriza la piel en la nuca cuando la recorro con las uñas mientras mi lengua acaricia tu labio inferior y te muerdo el lóbulo de la oreja. ¿Ya no sientes el inicio de una erección cuando me tienes entre tus brazos, mientras te bajo la cremallera del chubasquero y te muerdo donde el tendón se une con la clavícula? Cuando meto mis manos bajo tu camiseta para tocar aquella piel que me vuelve loca, que me cubre y me viste cuando nos entregamos a la desmedida pasión de la carne. A mí se me estremecen las piernas cuando te tengo tan cerca, cuando me sonríes pícaramente, promesa de una buena sesión de sexo oral… O cualquier tipo de sexo, ¡qué demonios! Dejarme acorralar en esa maldita esquina, incitarte a subirme la falda y devorarnos la boca mientras me penetras contra la fría pared de cemento. Esconder la cabeza en el hueco de tu hombro para que nadie nos reconozca mientras follamos… Ya que parece que una cama no te tienta, puede que lo haga el cielo estrellado como techo, los árboles y los coches como muebles mal situados y la acera rancia como único suelo.
Follar hasta corrernos…
Jodernos como animales…
Tu instinto me busca pero no quiere encontrarme. Mi naturaleza es de otra pasta; soy hormonal, soy sexual, busco mi macho en época de apareamiento. El olor me influye y me enciende, y el tuyo lo tengo oculto debajo de mi piel, marcado a fuego. El sexo puede ser bueno con mucha gente, pero entre tú y yo… es más que eso.
El sexo entre los dos es condenadamente perverso. Muy sexy. Sublime.
¿Negarnos el sexo? Eso sí que es pegado, y no que seamos adúlteros ambos; escandalizar a alguien en medio de la calle tampoco es tan horrible… ¡Qué miren! ¡Qué aprendan! Que se exciten viendo a dos animales aparearse…