Me toco el cabello suavemente, para hacerme la cola… Despejo mi espalda con mi vestido vaporoso para que puedas ver mi piel bronceada. Mi cintura… mis nalgas enfundadas en la tela ajustada, los muslos firmes y como no, mis sempiternos tacones…
Me toco los hombros para deslizar las tiras del vestido hacia los brazos, para que caiga con una caricia sobre ellos mientras me imagino que son tus ojos los que siguen el deslizar de la tela. Y no tengo la menor duda de que así me miras, desde tu ventana, tras las cortinas casi echadas. Por eso yo tengo abiertas las mías. De par en par. Yo desnuda… y tú miras…
El vestido termina de deslizarse por las caderas y allí se queda, ya que son voluptuosas y plenas. Tus manos serían las manos que ahora amasan mis pechos frente a la ventana. Lo serían porque las sientes tuyas en cada instante, desde que me descubriste exhibiéndome y yo te descubrí mirando… y tocándote…
Me hacen apoyarme en el alfeizar de la ventada muy de madrugada, me penetran sin contemplaciones por detrás mientras sé que mis tetas bailan frente a tus ojos con cada embestida. Me follan… incansables. Me manejan a su antojo, me poseen de forma salvaje. Y eso es lo que quiero. Lo único que necesito para correrme una y otra vez entre sus dedos no es su verga dura como una piedra o su lengua juguetona. Lo que necesito no es otra cosa que tus ojos.
Los elijo ya con cuidado; robustos, fuertes, capaces… Insaciables, así los quiero. Ya sé lo que más te excita que me hagan, te he observado miles de veces mientras aceleras el ritmo de tu mano sobre la barra de carne que te sobresale de entre las piernas, y que enseñas a trasluz orgulloso de que la vea. Por eso no me ando con chiquitas con mis machos. Si quiero una buena corrida tuya sobre las cortinas de tu dormitorio tengo que ser meticulosa con ellos. Que me soben bien, que no les importe que lo haga de pie, que quiera la luz encendida y las ventanas abierta… Que me hagan gemir como una guarra, que me hagan gozar como una perra. Que me destrocen el coño mientras tú te pajeas. Que me mojen las entrañas con la leche que sé que riega tus ventanas.
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La distancia, el estar en otro edificio, el tener que verlo sin oler, sin escuchar tus jadeos, sin ver las gotas de sudor en tu cuerpo..esa distancia me mata…lo demas es poesia , la mejor poesia…
Gracias por estar.