Aliento contenido, temblar de miembros.
La exquisitez de saberse dueña de la saliva que ahora recorre mi piel, al menos en ese único instante, en el que tus labios adoran los pliegues, las montañas, los valles… Mi cuerpo rendido al tuyo, mis ojos cerrados, entregada.
Deleitarme con mis propios gemidos, regalándome a mí misma los sonidos que despiertan los placeres que me entregas. Mis oídos atentos también a tus palabras. Perversas y maravillosas declaraciones de intenciones. Mi amante lascivo, mi compañero siempre salvaje y dedicado. Y por mí… siempre también consentido.
Saborear el agridulce de tus pensamientos hechos actos con las yemas ardientes de tus dedos. Actos que me matan en el calor de las sábanas de mi cama, revueltas entre las piernas juntas, expectantes. Cama maldita que me ve unirme a tu cuerpo, sostiene el tuyo para hacerme estallar con el bajar de pestañas que me producen también tus jadeos… Saberte disfrutando de mi imagen retorcida, la espalda arqueada y los labios entreabiertos. Lengua sedienta de ti…
Labios mordidos. Puños cerrados contra el cobertor de la cama.
Y sudor, mucho sudor bañando los cuerpos.
Sentir que me correría solo con mirarme y soplar sobre mi sexo…
Aliento contenido, temblar de miembros…
Y escucharte suspirar, llegando tu lengua a mis ingles. Sentir las articulaciones rígidas de tus dedos hincarse en las carnes de mis nalgas. La frente de tu rostro rendida sobre mi vientre tenso, tus cabellos cubriendo mi ombligo, vistiéndolo…
Y escucharte suspirar, sí, sentirle hacerlo contra la piel que contemplas, contra la piel que deseas.
Y derretirme entre tus palabras, fundirme y hacerme agua con ellas…
– Separa las piernas…
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Que bien y con que arte defines la entrega, el deseo, el placer, la entrega… pura poesía