Mi cara de sorpresa con tu respuesta, tus ojos ilusionados a la espera de la mía.
Un guiño, una sonrisa, un asentimiento.
Un compromiso… tu regalo.
Decididamente organizar toda esta parafernalia para ofrecerte lo que quieras pedirme por tu onomástica tal vez me fuera a salir tremendamente caro. Una caída de los párpados al hacerte el ofrecimiento mientras la música suena de fondo en el interior tapizado de cuero de tu coche. La calefacción puesta, perlando de sudor las pieles de ambos. Las luces iluminando levemente tu rostro, con los ojos cerrados y el gesto tenso. Y excitado. Te conozco. Estabas completamente cachondo. Aunque no te lo creas, después de tantos años, casi puedo hasta olerte.
Preguntarte qué quieres como presente y verte sonrojar. Deliciosa reacción que me hizo humedecer las bragas. Verte dudar ante el deseo de contestar sinceramente o tras la cortesía de ser comedido en lo que se pide. Ganó, por suerte, tu egoísmo, y me perdí en tu respuesta al igual que lo hiciste tú en mi sonrisa.
Un trío…
La siguiente pregunta lógica que me pudo asaltar es la que seguro debías estar deseando darme. Saber, sentir. Verte temblar ante la idea de continuar con las peticiones, y yo excitarme sin remedio con la espera.
¿Otra mujer? La pregunta… Hacértela, imaginándome lamiendo otro sexo femenino; tú empalándola, los dos fundiéndonos con el sudor que queremos provocarle. Magnífica imagen de la tercera devorando tu polla encendida tras recorrerle el coño y partirle el alma. Escena diabólica, la que me muero por brindarle a tus ojos chupando sus pezones y separando sus nalgas para facilitarte las vistas y la entrada al encularla.
Sí… me vi haciendo tantas cosas que todavía no he hecho…
Maravillosa escena…
Magnífica experiencia la que me esperaba.
Besar sus labios y mancharme con su carmín, enredar mis dedos en sus cabellos y tironear de su cabeza para exponer su cuello a la lengua que pretende degustar el sabor de su perfume. Y enterrar mi rostro entres sus piernas… Perder mis labios entre los pliegues que nunca he llegado a imaginar tan de cerca. Morderla, acariciarla… o simplemente observarla y olerla.
Me miraste, entregado y sonriente. Me sentí estremecer bajo la intensidad de tus ojos, clavados en los míos. Mi piel quemó sobre los huesos, que se removían inquietos, extraña y deliciosamente excitados. Un ser expectante con cobertura de mujer, rendida a la voluntad de su esposo…
Otro tío…
Tu respuesta me dejó helada, e inmediatamente me ardió el coño… y desde ahí el resto del cuerpo. Me sentí quemar hasta las orejas. Dos pollas para ocuparme, dos pollas para sentirme plena y llena. Sonreí, completamente cachonda. Mi macho me quería disfrutar encelada como nunca, extasiada, rendida y sometida. Me quería retener en su mente tras dibujarme en sus retinas y regalarse los oídos. Mi marido me quería emputecida… me quería entregada a sus deseos lascivos.
Y me rendí… claro que me rendí…
Porque quería dos pollas, y las quería como él se las imaginaba; una en mi coño y otra en mi culo, compitiendo por el espacio, disfrutando de los roces; una en la boca y la otra en mi mano, acompasando el movimiento mientras disfruto del sabor; una corriéndose en mis pechos… y la otra haciéndolo en mi vientre. Derramadas, ambas, para tu deleite… y secretamente, para el mío.
Gozarlas al mismo tiempo, o solo disfrutar una mientras el dueño de la otra se la cascaba observando. Morbosidad extrema el entregar mis entrañas al elegido para que tú te masturbes con la visión de mi cuerpo penetrado por su polla. Regalarte mis gemidos, mis posturas, mi leguaje grosero y vulgar… ese que tantas veces te la ha puesto tiesa antes. Decirte que me gusta cómo me folla tu amigo, mirarte a los ojos mientras jadeo con cada nalgada que le propine a mi culo, pedirle más polla solo para que aumentes tú el ritmo de los movimientos de tu mano.
Sí. Sexo por el placer de mostrarte cómo me lo hace otro tío, y cómo me corro para complacerte. Y, por qué no… también porque me da la gana disfrutarlo. Al fin y al cabo, al elegir tú la forma de canjear tu regalo me das la opción de ser la zorra que siempre quise, que tal vez muchas veces soñaste, y que pocas veces nos hemos permitido el lujo de ser.
Sexo por sexo, sin más explicaciones. Dos cuerpos… o más… Frotándose. Golpeándose. Chocando. Sudando juntos, compartiendo mucho más que humedades.
Mi amante maldito… ¿Así me querías? Así me tendrás.
Asentir cuando se refleja la angustia en tus ojos. Saber que tu polla estaba tiesa, sin duda, mientras la espera se convertía en veredicto. Saber que solo la idea te estremecía y te moja el calzoncillo… al igual que hago yo con mis bragas. Saber, y empezar a conocer tu alma, como parecías conocer tú la mía.
Disfrutarte enterrado entre mis piernas mientras tú lo haces disfrutando de la follada que el invitado le dedicaría a mi boca. Impregnarme de sensaciones nuevas, morirme de gusto mientras, sabiéndote cachondo y deleitado cuando tu polla quieta en el coño sentiría el roce de la segunda en mi culo, y su presión te haría llegar al clímax ansiado.
Tu rostro de satisfacción ahora que la imaginación dio un paso, y me tienes ofrecida a tu polla, bajo tu cuerpo, con las piernas abiertas recibiendo el peso de tu hombría con cada embestida. Y mi rostro sorprendido todavía cuando nunca pude imaginar lo que querías. Pero observar tu cara llena de goce teniendo al fin el regalo ansiado me deleita como si la segunda polla estuviera taladrando mi culo… y no el tuyo…
Tus envites empujados por las caderas de tu amante, ese que entiendo que te perfora el culo desde hace tiempo y que ahora quieres compartir conmigo. Cara de tonta que tuve que reflejar cuando lo vi dedicar sus atenciones a tus nalgas, y no a las mías.
¿Desde cuándo? Eso se pregunta mi mente, mientras tus gemidos resuenan en mi cabeza, unidos a los suyos. Tus ojos buscando mi aprobación, clavándose en los míos, que juegan con los retazos de imágenes que les brinda tu amante. Su boca besando tu cuello, su frente apoyada en tu nuca, sus manos aferradas a tus caderas mientras imagino su polla perforándote el culo.
¿Desde cuándo?
¿Cuándo te hizo falta algo más en la cama, y no me di cuenta? ¿Cuándo quisiste pedirme algo, y no te di pie…? ¿Cuándo te imaginaste follar con un hombre y se te puso dura?
¿Cuándo lo hiciste?
Te escenifico en su cama, jodiendo desesperado, dejándose chupar la verga, masturbándote mientras se la devoras con hambre famélica. Te imagino y me mojo… Esa es la verdad. Me mojo… Te imagino tirado en el suelo, elevando el culo, entregando tu agujero a la dureza de tu amante, esperando el envite que te llegue hasta el fondo, el chocar de sus huevos contra los tuyos si los pones a tiro… Te imagino completamente erecto, con el rictus contraído mientras tu culo cede a la presión de la polla. Te imagino gozando de las manos que se anclan a tus nalgas, separándolas. Te imagino estremecerte cuando su saliva cae desde su boca hasta la abertura dilatada, y sientes el frío y la humedad para facilitar la entrada. Te imagino…
¡Dios, cómo te imagino!
Y ahora ya no imagino, te miro y me mojo…
La rabia que siento se difumina al calentarse mis entrañas con las embestidas del extraño. La impotencia se transforma en morbo, y la sorpresa se torna en pura perversión. El hombre que tantos años me ha castigado el culo se corre desde vete tú a saber cuánto cuando otro macho le castiga el suyo. Te mueves, emputecido, contra mi coño, y me siento a punto de correr con la polla más dura que me has ofrecido en la vida. Y son tus jadeos los culpables, y tu rostro completamente nuevo.
¡Joder! ¡Cómo me gusta que me folles ahora! ¡Cómo estoy disfrutando de tus necesidades, de tus perversiones, de tus jodidas fantasías!
¡Cómo me embistes! Nunca la tuviste tan dura, nunca me destrozaste tanto el coño como en este preciso instante… ¡Mátame de gusto, haz que me importe una mierda el hecho de que es el otro y no yo el que te ha puesto en tal estado! Nubla el resto de las partes de mi ser que ahora mismo no están pendientes de ese trozo de carne que me destroza las entrañas, que me encela, me moja, me calienta y me hará correr.
¡Dame más polla! Dámela porque es él el que te empuja, ya que tal vez ahora no es tu verga la parte que te produce esos gemidos. No son mis tetas ni mis labios, ni mi coño el que te encabrita. Es la jodida polla que te empuja al enterrarse en tu cuerpo y que te clava contra el mío. Dame más rápido, que me va a dar igual correrme por el ritmo de tus caderas o de las suyas.
Fóllame fuerte, dame duro… Córrete en mis carnes que yo lo haré con las tuyas.
Y ya decidiré luego si el que te gusten también los tíos mañana es un problema…
Comments 5
A veces tengo que parar a medio del relato para tranquilizarme debido a la intensidad, eres increible, te estas volviendo imprescindible.
Besos Doc.
Sorprendente de nuevo. Felicidades Magela, qué arranque del año!
Buena trama,ritmo duro, de lo mejorcito ultimamante.
Mañana se verá.
Ahora todo es placer. Qué importa cómo.
Sorprendente giro.
Me ha gustado.