Contar hasta diez para no pensar en que viste su carita por última vez esta mañana.
Por no llorar.
Por no irte dejando un reflejo amargo que se quede grabado en el gesto y que después vea cuando te encuentre en el suelo, tirada…
Porque sabes que no vivirás para contar hasta veinte. El tiempo se acaba y veinte queda a más distancia de la que puedes alcanzar en los segundos que se escapan entre un latido y el siguiente. Entre un abismo y el otro.
Ya no da tiempo siquiera a respirar…
Por no llorar.
Mientras, levanta el arma y te apunta a la cara.