Maldades

magela Cartas de mi Puta, Cartas de mi Puta y Otros Cuentos Eróticos 2 Comments

Solita en mi casa, pensando en cómo excitarte, se me escapan los minutos entre los dedos. ¿Hay algo que no haya hecho aún? Fotos, llamadas, sexo más que atrevido… Agacho la cabeza y miro mis braguitas, que por una vez llevo puestas, bajo la falda. Veo la tela señalada con la humedad de mis pliegues. Me he mojado reviviendo el sexo contigo. Estoy pensando en maldades.
¿Y quería excitarte yo?
Me caliento pensando en tu polla tiesa, antes de ensartarme las entrañas, cuando mi vulva brilla y tu capullo, recubierto de mi saliva, se menea de forma ociosa frente a mi rostro. Mi lengua lo persigue, y no puede cobrarse su premio.
Sí. Hoy quería excitarte, y lo que he conseguido es excitarme yo al pensarte erecto, al recordarte en cualquiera de las últimas veces que me has hecho gemir con tu carne atravesando mi cuerpo, bombeando contra mí, llenando el vacío que tanto me duele.
Creo que ahora mismo puedo incluso olerme. Y me encanta tener la convicción de que, si pudieras ver el brillo de la piel entre mis piernas, no podrías resistirte a bajar tus pantalones. Te encanta poseerme en cualquier rincón; con la necesidad del hambriento, con la premura del que desea satisfacerse… pero con el morbo del que sabe que hay veces que conviene hacerlo despacio.
Y es que, últimamente, me estás torturando… haciéndome enloquecer. Me haces esperar, me castigas con tus formas dominantes, me sometes a tu voluntad. Me estás haciendo maldades.
Necesito devolverte el golpe, pagarte con la misma moneda. Te quiero duro durante interminables horas, con la necesidad de derramarte, pero usando mi cuerpo. No quiero que desees masturbarte cuando la tengas tan dura que casi te duela. No… deseo que necesites follarme de forma salvaje, que tu mano no pueda satisfacerte, que te sientas vacío… como cuando me retiras la polla de la boca, y me dices que no me la merezco.
Porque siempre quiero tu polla en la boca.
No, no es que la quiera. La necesito. Así de simple.
Y así te quiero yo ahora. Empalmado hasta decir basta, con la piel tensa y brillante, y el capullo rojo dispuesto a darme placer… y a recibirlo sin más.
¿Cómo lograrlo?
¿Susurrándote mis perversiones al oído? ¿Mandándote esas fotos que enerven tus sentidos? ¿Escribiéndote tus fantasías, para que leyendo mis letras las revivas con más fuerza?
No. Todo eso lo he hecho ya tantas veces…
Hoy se me apetece algo diferente. Hoy quiero… entregarme a otro, y que él te lo narre.
Maldades. Quiero ser mala.
Ya te imagino con los ojos como platos, pensando en las posibilidades. Sé que hay muchos tíos con los que podría jugar, pero sólo unos pocos podrían levantarte a ti la polla. Te ofrezco que disfrutes de mi cuerpo, visto con los ojos lascivos del pervertido que se preste  a llamarte mientras me folla.
¿Y cómo lo escogemos?
No será, seguramente, por el tamaño de su polla. ¿O sí? Tal vez te gustara pensar en mi boca llena de la enorme verga de otro tipo, y no en una pequeña, que se me escapara de los labios con cada embestida. O puede que no te guste que me dé placer una verga más grande, que me haga estremecer, y comparar…
No, no te veo temblando porque una polla más gorda pueda hacerte competencia.
 ¿Tal vez por la edad? ¿Quieres a un viejillo sudoroso restregando sus caderas contra mi pelvis, y gimiendo por el esfuerzo? Puede que prefieras a un jovencito, de esos musculados, carne de gimnasio, que se tenga tan vigilada la polla, que le duela perderla de vista cuando yo le separe las piernas, para que me folle con toda su fuerza…  ¿Madurito? ¿O que yo le enseñe? Un chiquillo que apenas la haya metido en una mujer un par de veces, y que nunca haya imaginado follarse a una que le dé mil vueltas en la cama…
¿Qué desearías de él?
Por supuesto… Morbo. Descaro. Perversión.
Un tío al que no le tiemble la voz cuando te diga las ganas que tiene de correrse en mi coño estrechito. Un tío que me haga gemir en voz alta para que puedas oírme a través de la línea telefónica, mientras te describe mi cara de zorra, colorada y sudorosa, disfrutando con lo que sabe hacerme ahí abajo. Un tío que disfrute siendo mi marioneta, títere que te mantenga con la boca abierta y la mente llena de imágenes.
Alguien a quien usar, alguien desechable.
Pero alguien que, en ese momento, sea el macho que llene mi cuerpo, y no tú.
¿Quién sería la marioneta, entonces?
¿Te envidiaría? ¿Se le pondría dura con la idea de hacértelo pasar mal por un rato? ¿O le gustaría compartirme contigo, sabiéndome juguete de los dos? ¿Cómo lo queremos?
Bueno… para serte sincera, yo ya sé como lo quiero. Fuerte, decidido, salvaje.
¿Cómo lo quieres tú? Te dejo que lo vayas pensando…  Porque ahora, mientras termino de escribirte, mientras te imagino erecto, y yo puedo ver la humedad en la tela de la breve braguita, tengo a tres candidatos que me miran desde el sofá, con las pollas saliendo de la bragueta abierta, y sus manos aferradas  a ellas, mostrándome lo que estoy a punto de catar. Aun no he decidido a cual montaré primero…
Y puede que no sea ninguno de éstos el apropiado para que te describa, mientras me folla, como se me endurecen los pezones con cada pellizco de sus dedos.
Aun así… tal vez no sea mala idea llamarte para que puedas escuchar el chocar de cuerpos, mientras me empotran, juntos o por separado, contra los cojines del sofá. Ellos no sabrían que los escuchas, y tú sólo podrías oírlos jadear mientras me empalan, me comparten, me usan…
Estoy muy mojada.
Y ellos están muy empalmados. Sus manos suben y bajan por sus vergas tiesas, mostrándome lo lustrosas que las tienen. Sería delicioso empezar a probar alguna polla, buscar la que mejor se acople, la que más me llene la boca, o la que más dispuesta esté a darme de beber. Una verga ensartada hasta la garganta, mientras las otras esperan su turno, o deciden en qué postura colocarme para no tener que esperar más tiempo.
Una pena no poder ver tu cara ahora, que me imaginas como siempre me has querido. Estoy segura de que darías cualquier cosa por estar sentado entre ellos, dando indicaciones, decidiendo cuales serán los primeros movimientos de ellos, y por supuesto… los míos.
¿Tu polla sería la primera?
Creo que te gustaría masturbarte durante un rato mientras me bajas la cabeza sobre una de las vergas, haciendo que me la tragara entera. Te gustaría ver el brillo de mi coño, y el movimiento apresurado de los otros para disponerse a ensartarme si das tu consentimiento.
¿Coño? ¿Culo? ¿Tres son multitud? ¿Un cuarto… sobra?
¡Cuántas interrogantes! Delicioso suspense…
Muy, muy mojada…
Y espero que tú, pensándolo, estés muy duro.
¿Te estoy haciendo maldades?
¿Te llamo?

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