Es un deslizar de dedos por un cuello perlado en sudor que lleva un collar de cuentas negras solo para tus ojos… los que miran al otro lado de la pantalla. Es un abrir sutil de la boca para dejar ver la lengua mojada acariciar el interior de los labios, esos que no hablan porque para eso están mis manos. Es un subir y bajar del pecho en una respiración entrecortada, un escote que se insinúa pleno bajo una tela de textura desconocida, un encaje de un sostén recolocado… por cortesía.
La mano que se esconde, el codo que se mueve nervioso al otro lado de la cámara…
Un cruce de piernas y un roce de medias; y sentir la humedad allí donde las braguitas continúan estando puestas, donde nunca has mirado, lo que nunca te he enseñado…
No sé lo que tiene esa máquina maldita que a todos embauca con sus promesas de morbo y lascivia. Yo… que soy ducha en palabras y hábil de artimañas femeninas me rindo a la visión de tu mano aferrando tu polla gorda cuando pellizco el pezón de uno de mis pechos. Mis ojos sucumben a eso, a tu miembro caliente escapando de la bragueta, a tu manos fuerte aferrada a él durante tanto tiempo… que para ti la expresión estar duro por horas ha cobrado un nuevo significado. Estar duro por mí, y yo así sentirlo…
La enorme diferencia entre solo mirar… o yo mostrarte…
Mi mente cautiva de la sensación más excitante y viciosa, saberme deseada por esa inmensa polla, sentir mi coño dolorido sin que se haya introducido nunca en mis entrañas. Y sentir que me corro solo de verte correr, sin que mis manos se hayan apartado del teclado… Únicamente con el movimiento de mi pelvis contra el tapizado de mi silla de salón… ya mojado…