Como aficionarse al tequila…

Por Dios… ¡Cómo sacas eso ahora!

Me atraganto con las palabras, que no puedo llegar a pronunciar porque me tiembla el labio inferior, y la lengua se me ha pegado al paladar, al estar la boca escasa de saliva. Eso, es tu polla, y sacar… sí, la has sacado. Entera, dura y tiesa, a través de los botones de la bragueta de tu pantalón vaquero. Jugosa, plena, una delicia de polla erecta.

Coges mi mano y la depositas a pocos centímetros de ella, justo en tu muslo, para que sea yo la que dé el siguiente paso. Lo haces así porque apenas nos conocemos, me acabas de recoger en la calle, cuando mi coche me ha dejado tirada a las afueras y no pasaba nadie. Tenía prisa… y me has caído del cielo. Ya llegaba tarde…

Y me has traído, y después de deleitarte tú con mis piernas y mi escote, has querido brindarme la visión de tus partes íntimas en todo su esplendor. Tremenda polla bonita la tuya.

          Por si quieres disfrutar de lo que has provocado.

Y claro que quiero… por eso la agarro. Pero solo un instante, para demostrarte que en verdad espero encontrarte luego, cuando termine la fiesta con mis amigas, cuando ya no tenga más responsabilidades,  pueda disfrutar de unas copas en tu compañía, o de unos condones…

          Si puedes esperar un par de horas…

Las palabras te saben a gloria, lo veo en tu rostro, lo noto en el temblar de tu polla que aun mantengo agarrada con los dedos, casi sin rozarla por miedo a que te corras… Aun no, pienso… quiero esa corrida luego, en mi cara…

          Mastúrbate para mí, ¿quieres? No dejes que esta jollita decaiga…



Si  no fuera por la necesidad de reunirse a escasos días de la fiesta, imposible de retrasar, habría quedado enganchada en el interior de ese coche… con esa gran asa enarbolando tu masculinidad. Llego a la puerta de la casa de mi amiga. Sé que dentro estarán esperándome; ya  llego casi 20 minutos tarde y el grupo suele ser muy puntual. Paro en seco, me atuso los cabellos alborotados por la subida de las escaleras corriendo, y saco un espejito del fondo de mi bolso. Al mirarme su reflejo me devuelve una imagen distinta a la que esperan allí dentro. Mejillas sonrojadas, frente perlada en sudor, rímel corrido hacia las sienes… Imposible no descubrir que me pasa algo. Retoco mi aspecto rápidamente, me estiro un poco y suspiro para quitarme esa excitante fotografía de la mente, tu mano aferrada a tu polla tiesa y henchida, y la promesa de disfrutarla por entera… Penetrándome, sintiéndola llegar hasta el fondo, ocupándome por entera, arrancándome gemidos con cada embestida…

 – ¿No vas a llamar a la puerta?- me pregunta mi amiga. Supongo que me ha visto a través de la mirilla, espero que no me viera arreglarme.- Llegas tarde…

– Perdón, he tenido un percance con el coche.

– Anda, pasa. Ya hemos abierto el vino y Jenny se está poniendo el modelito que vamos a lucir… ¡Tienes que verla! Vamos a llevar unas pintas… Todas vamos a acabar follando en el baño del local, con alguno de los camareros… o mejor, con el tío que se nos desnude…  Ese para mí. Es mulato y practica boxeo…

– Ya has bebido, ¿no?- Mal comentario. Enseguida tengo en la mano una copa de vino y estoy contemplando a Jenny con un minivestido, que ha conseguido en todas las tallas que llevamos las del grupo. El de la novia es negro, el resto vamos de rojo. Bueno, al menos estoy morenita…

– ¿Qué te parece?- pregunta Jenny, que lleva ya por lo menos tres copas y trata de mantener la minifalda por debajo del nivel de los glúteos, pero sin conseguirlo. Hago una nota mental, con ese modelo de vestido no se deben llevar braguitas, por muy pequeñas que sean. Mejor que se te vea el culo…

– Vamos a llamar mucho la atención. No nos van a dejar entrar así en el local. Nos va a vestir de putas…- Y me trago de un sorbo la copa de vino, bajo la mirada asombrada de mis amigas.- ¡Qué calor! Pero algo si es verdad, si esa noche no follamos todas es que el local está lleno de invidentes y homosexuales…

– Yo me quiero tirar a uno de esos… o a dos- comenta Jenny, bajándose de la mesa. Sus tacones golpean en suelo con un sonido sordo y pierde el equilibrio y cae.

– ¿Al ciego o al maricón?

– A los dos… Y luego al camarero y al cocinero… Y si hay alguien que haga de esos cocteles con volteretas en el aire también.

Y pienso que como vaya con ese pedo y ese vestido va a acabar muy mal la noche… ¡Y qué demonios!, seguro que follar con más de uno en una despedida de soltera aun teniendo novio tiene que ser un pequeño pecado que luego se resuelve con tres avemarías. La segunda copa ya está en mi mano cuando me entregan mi vestido, y por más vueltas que le doy no sé como entrar en él si no es aceitándome todo el cuerpo. Otra nota mental, cualquier sujetador se vería también muy marcado. ¡Eah! A lucir también pezones…

– ¿Has traído lo tuyo?

– Está en esa bolsa- contesto, desplomándome en un sofá. La segunda copa también acaba de la misma forma. Borracha a la tercera, seguro…- No, no me des mas, que luego me duele la cabeza.- Rechazo el vino poniendo la copa sobre la mesa, y observo como las chicas se pasan los objetos de una a otra, mientras hacen chistes vulgares acerca de la cara que se le pondrá a la novia.- Eso no lo abras, que si hay que devolverlo luego perdemos el dinero.

– ¿Y por qué va a querer devolver esta monada?- responde una. Tiene en las manos un magnífico falo, XXL. ¿Cómo me dejé convencer por el dependiente para llevarme tremendo bicharraco? Violeta, traslúcido, con bolas en su interior metalizadas, que según el chico, un tipo con pinta de hacerse pajas por debajo del mostrador mientras mira como sus clientas se ríen por lo bajo con los objetos expuestos (si, nena, mira eso un poco más, y mira el estante de abajo para enseñarme ese coñito bien mojadito mientras piensas en cómo utilizarlo… ¡oh, qué bueno…!) es lo último en consoladores vibradores.- Si no lo quiere me lo quedo…

– Vale más de lo que te puedes permitir…

– Me hipotecaré… Pero éste no vuelve a la tienda.

Lo recuerdo en tus manos, tu cara fija en la mía… ¡Oh! No puedo evitarlo… Horrible no ser capaz de contener las ganas de correr escaleras abajo y ver si has cumplido tu promesa, si te estás masturbando, si me estás esperando.

¿Follar con un camarero, vestida así? Si fueras tú…

Vale… Sucumbo…

Cierro los ojos, mientras mis amigas siguen con los planes. Ahora están con el menú. Tú llegas a mi lado en la fiesta, con copas de tequila en la mano, repartiendo la barra libre entre las excitadas asistentas. Me miras… me devoras con la mirada. Me preguntas si quiero uno, asiento sin poder emitir palabra, observando lo bien que te queda el uniforme de camarero, el sudor pegado a tu piel por cargar probablemente mercancías en la parte de atrás… Coges el pequeño vaso, haces que lo mire, y ante mi sorpresa lo llevas a tus labios y lo vacías en tu boca… Sin dejar de mirarme posas tu mano sobre esa zona donde la espalda ya no es espalda y me atraes hacia tu cuerpo con un movimiento seco y fuerte, y dejando caer tu cabeza sobre la mía posees mi boca, separas mis labios y dejas fluir el líquido cálido mezclado con tu saliva… ardiente los dos…

– ¿Y la sal?-consigo articular…
– Ven, que voy a hacer que la lamas en un sitio más… privado…
No sé como ha ocurrido, ni por donde me has llevado… Estaba tan absorta mirando cómo se ajustaba el pantalón a tus nalgas al caminar delante de mí, llevándome de la mano bien sujeta, (¿miedo a que me zafara en un arranque de lucidez y me perdiera entre la multitud?) que de repente me he visto en un cuarto en penumbras, con cajas apiladas hasta el techo, polvorientas, y barriles de cerveza que por falta de luz no parecen brillantes. Me giras con rapidez y me acorralas justo al cerrar la puerta detrás de nosotros, pegando tu cuerpo cálido contra el mío en un intento de evitar que pueda circular aire entre nosotros.
Y espero…
¿Y qué haces tú? Bajas tus manos hasta mis nalgas, las aprietas con fuerza y presionas mis caderas contra las tuyas, para que note esa tremenda erección que tiene dominada la parte baja de tu anatomía… Y de repente te frotas rítmicamente contra mí, rozando mi monte de Venus contra tu polla presa de un pantalón carcelero, arriba y abajo, una y otra vez, doblando las rodillas para adecuar tu estatura a la mía. Solo me miras, solo me gimes a la cara. Sin sonreír, con toda la seriedad de alguien que está muy seguro de sí mismo, seguro de lo que hace, atento para saber si realmente estoy deseando que levantes un poco la tela del vestido y dejarme desnuda de cintura para abajo. Y como no te retiro la mirada, y también empiezo a jadear, y probablemente hayas notado que estoy empezando a mojarme los muslos con tus movimientos me tomas bajo ellos y me montas sobre tus caderas, para depositarme dos pasos más allá sobre un par de cajas que me imagino habrás utilizado en más de una ocasión para lo mismo. La falda ya no me cubre al separarme los muslos para transportarme, aunque a ti poco te hubiera importado subirla con tus propios dedos, aferrando la lycra o tal vez simplemente desgarrándola con deseo.
          ¿Te enseño de donde tienes que chupar la sal?
Te retiras un poco, lo justo para meter tu mano entre nuestras caderas, y escucho el sonido de la cremallera al bajarse. Tus nudillos se mojan con la humedad que desprendo al terminar la maniobra, y te das cuenta que eso no se puede desperdiciar… Agachas la mirada, siguiendo el movimiento de tu mano para extraer de la bragueta abierta esa verga maciza que llevas insinuándome con sus roces. Y la depositas entre los pliegues de mi vulva, dejando el glande a la vista, como un invitado de excepción entre nuestros  cuerpos calientes y excitados. Gimo ante su presencia, su tacto sobre mis labios, mojándola entera. Vuelves a mirarme… sigues sin sonreír. Resbaladiza, fibrosa, ardiente. Estoy loca por tomarla entre mis manos, sopesarla, prensarla. Llevarla a mi rostro y acariciarla con mis mejillas… que me golpees con ella…
-¿Le echo sal, o te la tragas así?
Ni una sola sonrisa…
Dudo al contestar, no me lo esperaba. Puede que por ese motivo ya me hayas agarrado por el cuello y me hayas bajado hasta tu pelvis la cabeza en un movimiento rápido y preciso. Me la ofreces, orgullosamente potente entre tu mano, aferrada a la base, sin dejar escapar mi cabeza sujeta por la nuca. Huele a sal, a sudor, a sexo. Brilla.
-Te la vas a meter toda en la boca, te va a llegar tan dentro que no vas a poder respirar. Pararé yo, para dejar que descanses. Si lo haces tú antes te castigaré con ella, y te aseguro que te parecerá que te golpeo con un palo de lo dura que la tengo. Me la chuparás sin descanso hasta que yo te diga y no vas a dejar de mirarme mientras lo haces. Empujaré fuerte contra tu garganta, una y otra vez. Fuerte. Hasta el fondo. Sin paradas… Y gemirás mientras lo haces, porque sé que te va a gustar… Te masturbarás mientras, te meterás los dedos en ese coñito rasurado mientras me la comes. Me llegará tu olor y me volverá loco… Lo dejarás preparado para mí, para empalarte, para arrancarte los gritos más excitantes que hayas tenido nunca. Te penetraré fuerte y rápido, te reventaré el coño si hace falta para que me pidas que termine, que me corra, que te haga correr. Te dominaré… Y si quiero me correré en tu boca, y te tragarás toda mi leche sin desperdiciar nada. Lo harás mientras tú te corres también, cuando te flaqueen las piernas de los temblores después de haberte follado como ningún tío te lo ha hecho. Te tragarás mi corrida enterita sin dejar de mirarme…
Y es cierto que me lo has dicho con tanta seriedad que no puedo dudar que sea un farol. Me vas a follar como nunca me han follado, y lo estoy deseando. Con esas palabras retumbando en la cabeza me introduces tu enorme polla en la boca, y sin tan siquiera darme cuenta me corro por primera vez…
Cuando empiezo a gemir en el sillón ya me he dado cuenta tarde de que debía haber dejado mi mente tranquila. Algunas amigas ya se han dado cuenta, y la mayoría se ríen.
          Chica, creo que hay que darte menos de beber. O impedir que vayas a esa tienda sola. Cualquiera diría que te has corrido.
No me daría vergüenza decirles a mis amigas que casi, que lo estaba sintiendo. Pero no quiero tampoco dar demasiados detalles. A lo mejor se calientan ellas también y las conozco. Si estás todavía ahí abajo son capaces de acompañarme y meterse en el coche para conocerte… o para ver como follamos. Las muy putas…
Me levanto, me asomo a la ventana y observo la calle. Oscura, mojada por una lluvia que no he percibido mientras andaba bebiendo y chupándotela  siendo mi camarero lascivo. Intuyo frío en la calzada… Pero ahí está tu coche, y tú apoyado en la puerta, con un cigarrillo en la mano. Me esperas… No puedo creerlo. Me esperas.
El coño se me vuelve a mojar. El vaho empaña el cristal de la ventana al suspirar de gusto, exultante ante mi triunfo al conseguir que sigas ahí, en la puerta de tu coche, con tu mano sobre la bragueta, despreocupadamente.
Me vas a follar, y sé que me va a gustar que lo hagas.
Me vuelvo hacia mis amigas y rebusco entre la bolsa de los objetos comprados en el sexshop. Dos… no, tres. Cojo tres condones, por si acaso la noche se alargue. Sonrío a mis amigas y los meto en el bolso.
          Creo que me están esperando. Nos vemos en la fiesta.
          Tía… Deja alguno para nosotras- me dice Jenny, refiriéndose a los preservativos de colores.
          Son míos… que para eso me los regaló el de la tienda. Mucho me tuve que agachar para que le entraran ganas de regalármelos…

Y estoy deseando saber de donde sacaremos el limón…

 
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Magela Gracia

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