Sé que me miras… Cada noche de cada puto día… Ahí sales, a vigilarme.
¡Cómo me gusta!
Mi terraza en el ático de mi edificio, más debajo de la terraza de tu piso. Me miras desde un piso de diferencia, unos cuantos metros desde nuestros edificios… Pero te siento como si tu aliento rozara mi cuello, como si tus manos abrazaran mi cuerpo, tu polla presionara mi sexo.
Me apoyo en el muro de mi terraza, las tetas por encima de la cornisa. Enciendo un cigarrillo y le doy una calada profunda. La luz del pasillo ilumina mi espalda y mis cabellos dorados, dibuja sombras en mis muslos torneados por la bicicleta, que tantas veces me has visto sacar por el portal cuando me acechas. Te miro…
Tu terraza tiene la valla de cristal, y veo el momento exacto en el que te llevas la mano a la entrepierna, por encima del calzoncillo. Como marcas tu erección aferrando tu polla entre los dedos. Aprietas tu polla. Estrangulas tu polla…
Y presiono…
– Malo- le digo. Sé que no me oyes… pero puedes leer mis labios…
Y en un movimiento rápido sacas tu polla tiesa de tu bóxer y la dejas expuesta entre tu mano prieta. El capullo me mira desde arriba, con el orgullo de sentirse admirado y deseado. Te la estás meneando lentamente, desde la base a la punta. No llego a ver tus cojones, seguro que están aun dentro del bóxer… ¿Qué tendré que hacer para ganármelos?
Sin dejar de mirarte, elevo el pecho, lo estrujo entre mis dedos, apretó el pezón y lo llevo a mi boca. Bajo tu atenta mirada mi lengua lo azota. Se pierde en mi boca, lo muerdo, ves como mis dientes lo aprisionan… ¿Es suficiente para ganarme tus pelotas?
Mientras te imagino gimiendo ante tal paliza a tu verga bajo una mano y la llevo dentro de mis bragas. Allí, mi flujo unido al semen de mi novio le da la bienvenida a mis dedos. Estoy muy mojada, qué pena tener tu polla tan lejos…
Me alejo del alfeizar y me apoyo en la mesa de comedor que hay a mi espalda, ofreciéndote la imagen de mi culo con mis braguitas blancas… Te miro girando el cuello, arqueando la espalda… Y me azoto las nalgas. Primero una… y luego la otra…
Magela Gracia
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mmm..turbadora la vision de la vecina,muy buen ritmo..como siempre.
Hay veces que las palabras son sólo palabras. Pero, como pasa con las tuyas, a veces las palabras son como una chispa que nos enciende, un río donde perdernos, abandonarnos, encontrarnos…
Me encanta este relato. Me encantan tus relatos. Los degusto, los bebo, los toco, los muerdo, los lamo. Me gusta como escribes: esa mezcla picante y caliente de buena literatura y
lenguaje procaz, esas dosis de sexo directo sobre el fondo poético de tus palabras.
Te sigo por la senda que dejan tus palabras…
Te leo…
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