Corridas

El cuadro bajo nuestros cuerpos sudorosos… No pensaba que después de haberlo pintado hacía días pudiera dejar marcas en la piel de esa manera. Con él he secado la corrida de mi cara, de mi cuello, de mis pechos… Con él recogí los últimos envites de tu polla erecta, de ésa que me perforó el coño durante horas…

El lienzo fuera de su marco, como lo había querido desde que te vi pintarlo. Bajo mi culo, allí donde dices que lo dibujaste y no lo veo. Bajo mi espalda, allí donde me explicaste que la plasmaste y no pude imaginarlo. Tu arte es retorcido para mí, pero más lo son tus besos…

El lienzo bajo mis tetas, ahora que me tumbo boca abajo. Miro las manchas que han dejado nuestros cuerpos con sus fluidos… allí semen, aquí cremosa esencia de mi entrepierna. Saliva, sudor… huele a sexo el puto cuadro… Así es como yo lo quería. Y jabón… ese que no te quitaste por las prisas al verte asaltado en la ducha por tu modelo en lencería…

Ahora, teniendo el cuadro aquí debajo, pringoso y borroso de la imagen que tú plasmaste, acerco los labios a donde me dijiste que habías dibujado mi coño, y suelto la leche que me regalaste en la boca en tu última corrida. Allí has dejado parte, en mi entrepierna, y allí te la dejo yo ahora… con mi saliva…

¿Recuerdas toda la noche? ¿O tal vez solo la última corrida? Recuérdala, porque si hay algo que no quiere una mujer que se deja retratar desnuda, en un cuadro que ni entiendo, es que la olviden…
          ¿Sabes lo que veo yo?- te comento, sin apartar los ojos del cuadro que contemplas desde hace rato. Manchas rojas desdibujadas como chorros de pintura diluida en agua.

Te giras, sobresaltado. No eres el de siempre, hay algo distinto en tu mirada… No esperabas ya que nadie te hablara cuando quedaban pocos minutos para la clausura de la exposición.

          Sorpréndeme…

Tu voz suena como lo había imaginado, mezcla de sensualidad y perversión. Algo había en el bulto de tu bragueta que me decía que tenía que oírse así.

       –          Una corrida tuya sobre mi cuerpo tras una sesión de boby paint…- ¿Ves esos trazos de ahí? Son las descargas principales, potentes y salvajes. Estas de aquí, sin embargo, son mansas y han goteado desde tus dedos al agarrarte el capullo para menearlo…

Tu polla ha reaccionado al instante. Estás tan cachondo que te permites la licencia de llevarte una mano a la bragueta para recolocarla, ya que te molesta la presión contra el pantalón vaquero. Muerdo mi labio inferior ante tu gesto y un gemido profundo sale de mi garganta.

Hay lujuria en tu mirada…

          ¿Y estas de aquí?- me preguntas, muy serio.

Toco mi clavícula con la yema de los dedos y deslizo mi lengua por mi labio inferior, saboreando la respuesta. Siento tus ojos deslizarse por las profundidades del escote de la chaqueta sastre, sabiendo que debajo solo hay un leve sujetador de transparente tela negra, cuyo broche delantero está adornado por una cruz dorada.  Seguro que estás pensando en que esa cruz no me pega nada. Llevas todo el tiempo mirando mi escote, sin blusa…

          La imaginación del autor, que es muy perversa. Son de corridas que todavía no has tenido…

Deseo… Destilas deseo por tu piel. Hueles a sexo salvaje, a penetraciones bruscas, a caricias que dejan marcas.

Me deseas. Lo sé, me deseas.

          Y,  ¿para cuándo?

Me permito la libertad de tocar la obra del artista, allí donde la pintura es una corrida solo imaginada. Mi uña recorre la mancha alargada y lentamente acaba  atrapada en mi boca, siendo chupada por mi lengua traviesa. ¿Semen que no has de beber…?

          Estás tardando…
Enjabonado tu polla te encontré en el baño… Te acababas de quitar la ropa que habíamos manchado en el ascensor del hotel. No te habías podido contener y me habías obligado a chupártela en el pequeño habitáculo lleno de espejos antes incluso de llegar a la habitación, tan salido estabas desde que pronunciara aquellas palabras en la galería. Te había faltado tiempo para coger el cuadro, meterlo en un portaplanos redondo y echártelo al hombro. Querías regalármelo… O más bien, querías hacernos a los dos un regalo.

Cogimos un taxi. Allí desabrochaste la chaqueta y te diste un festín con mis pechos expuestos… el sujetador y su broche te habían dado un morbo tremendo. Y así llegamos a tu hotel, escandalizando al taxista con las obscenidades que te iba diciendo mientras le dedicabas todas tus atenciones a mis pezones. Pagaste, bajamos… Y en el ascensor sacaste tu enorme verga y me obligaste a arrodillarme a tu lado.

          Traga, que se que te gusta comer polla…

Tu miembro estaba tan caliente que me quemó la lengua al primer contacto. El glande hinchado, el cuerpo venoso y fuerte… tu mano en los huevos apretándolos con morbosa insinuación. Tres chupadas más tarde estabas corriéndote en mi vestido y en tus pantalones.

Pasaste directamente al baño, soltando el lienzo enrollado encima de la cama. Te sentí arrojar la ropa a un lado y abrir el grifo de agua. Miré el lienzo y también me desnudé. Con la tela, menos tiesa de lo que habría imaginado en un principio cubrí mi cuerpo a modo de toalla y llegué hasta la puerta del baño, que habías dejado abierta. Allí estabas, enjabonándote el rabo y los huevos, dejando correr el agua a tu espalda.

Me miraste parada en el quicio de la puerta…

Tu polla se puso otra vez tiesa…
          No te muevas- me dijiste mientras seguías aplicando goterones de pintura al lienzo que tenías suspendido en el caballete.- O tu coño saldrá corrido…

Ni te imaginas lo que se me pasó por la cabeza cuando escuché esas palabras… Tu enorme polla contra mi entrepierna, arremetiendo con fuerza…

Pero yo miraba el boceto a través del espejo que tenías a tu espalda, y por Dios bendito que no lo entendía. O era un artista condenadamente bueno, o yo de pintura no entendía un carajo. Lo que sí tenía claro era una cosa… Me encantaba tener las piernas abiertas para ti, allí, en tu estudio… sin nada más entre tu polla y mi coño de por medio que ese lienzo maldito y la tela de tus pantalones vaqueros…

Me follaste como un poseso en el plato de ducha. El jabón hacía nuestros cuerpos resbaladizos y de difícil aferre, pero tus garras me aprisionaban las nalgas y me empotraban contra los azulejos. No me quedaba más remedio que gemir agachada bajo el grifo, bien sujeta a él, para no perder el equilibrio y caer el suelo. Sentía tu polla masacrar mi coño, tus jadeos retumbar en la estancia, el agua corriendo de fondo…  

Me encantaba sentirte chocar contra mis nalgas…

          En el culo… Córrete en el culo…

El gemido que siguió a mis palabras me dieron a entender que la elección era de tu agrado, y al momento sentí como introducías un dedo enjabonado en mi ano, dilatándolo. Momentos después tu enorme verga me llegaba al alma y me destrozaba las entrañas con su calor y su dureza. Bastaron unas cuantas embestidas más para que la sintiera hincharse aun más y tus piernas temblar junto a las mías.

          Me corro, puta. Me corro en tu jodido culo…

Y allí te corriste… Donde yo siempre te había querido…

 
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Magela Gracia

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Un comentario:

  1. Excelente relato!

     

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