Abandonarse a tu polla

Tu verga en mi sexo… ¿Cómo ha llegado ahí?

¿Cómo me abandoné tanto a tus manos que ahora estoy ensartada en ese mástil duro contra la pared de tu casa? Gimo y no sé cómo ha sido… Jadeo y no recuerdo lo ocurrido. Solo sé que me arde la entrepierna, que tu carne latente me tiene loca y plena, suspendida en un éxtasis de fluidos y latidos hasta ahora desconocido. Este sexo salvaje y envolvente no me había sido descubierto nunca.

Tus dedos  están pellizcando mis pezones; tus palmas aprietan con fuerza mis tetas contra la parrilla costal, y tu boca se oculta en el hueco entre las clavículas. Y jadeas… ¡Por Dios, cómo jadeas!

Me la clavas una y otra vez, me revientas con cada embestida. Normal que no recuerde nada, todo mi cerebro está sumergido en las sensaciones de esa verga estimulando los pliegues de mi interior, presionando recovecos que nunca pensé que sintieran algo. Mi cerebro ahora mismo es mi órgano más sexual, dejándose conducir por la experiencia que le ofreces.

Me follas con hambre, me penetras con férrea determinación. Te quieres correr allí, y sentir como luego resbala por tu verga, tus huevos, tus muslos… Y mi coño quiere que lo hagas, que me regales tu leche caliente y espesa, que me inundes y me hagas sentir sucia y pringosa.

Mis piernas a tu espalda, mis manos a tus hombros. Mi coño encendido y dolorido… Pero quiero más, y así te lo digo.

Más… Quiero más…
 
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Magela Gracia

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