La Amante Maravillosa

La arena está muy caliente, el sol reluce en un cielo azul inmenso en el que no destaca ni una sola nube. Varias cometas de vivos colores recorren una pista invisible de corrientes de aire, atadas a sus cordeles que evitan que escapen. Giran y giran cerca de arbustos de finas hojas, acostumbrados a la sequía. A lo lejos se distinguen las aguas estancadas de una charca… y en el horizonte el océano infinito adornado con sartas de espuma, como si de volantes de encaje se hubiera disfrazado. Algunos veleros… con elegantes siluetas recortadas sobre un agua cristalina y muy fría.

Llevo toda la mañana retozando en la arena de las dunas, rodando sobre la toalla de playa, secando las gotas de sudor que han perlado mi espalda desnuda y dorada. Llevo un sombrero de amplias alas que cubre mi rostro, y unas grandes gafas oscuras que ocultan mi mirada, maquillada pese a estar en la playa. Mis pechos vuelven a pedir otra dosis de protección solar, así como partes de mi cuerpo que en otras playas no pueden estar expuestas a la luz del sol… o al público. No al menos a un público que no se pueda costear el precio. Y deslizo la crema blanca sobre mi piel con suaves movimientos, cuidándome, mimándome… amándome.

Abro las piernas, tratando de exponer mi pubis a los rayos solares, para igualar los tonos de mi piel. Igualmente sé que dentro de un rato debiera ponerme a cuatro patas, con el abdomen  contra la toalla, para intentar que esa zona de muslo que se une a las nalgas se broncee. Ritual de playa nudista, ritual de mujer perfecta…

¡Ni te imaginas la de hombres que han pasado delante de mi toalla y se han relamido los labios al mirar mi cuerpo expuesto totalmente al sol, como me estiro y me retuerzo lánguidamente en la tranquilidad de mi duna! Imbéciles, no podrían pagarme…
La piel me brilla… la piel me arde.

Estoy muy caliente…

En el horizonte por fin se perfila la silueta familiar, tu velero. Me hizo mucha gracia la primera vez que leí el nombre con el que lo bautizaste, La Amante Maravillosa. ¿El mar, tal vez? No voy a preguntártelo, ahora ya no tiene gracia; después de haber subido tantas veces las escalerillas brillantes hasta la cubierta de madera con su olor a barniz  y salitre, después de haber dejado que mi cuerpo perdiera el exceso de agua sobre las tablas del suelo caliente mientras tú me recibes con una radiante sonrisa desde la puerta del camarote. Date cuenta que desde la orilla hasta donde suele fondear seguro tu barco hay un par de minutos a nado, y siempre llego exhausta por el esfuerzo. Y te encanta ver como mis pechos se elevan con mi agitada respiración, preludio de lo que va a pasar luego también cuando me tengas cabalgando sobre tu cintura. Las gotas de agua de mar se deslizan desde mis cabellos hasta mis muslos y de ahí a mi entrepierna… Sabes lo que está a punto de pasar siempre que llego a la cubierta de tu velero, y aun así o tal vez precisamente por eso me recibes con una enorme erección desde el interior de tus bermudas blancos. Tu sempiterno atuendo marinero… con el polo de rayas azules y unos náuticos en los pies, muy del club de millonarios que frecuentas y que no saben en qué coño gastarse el dinero. Salvo, claro está, en putas de lujo. Una puta de lujo como la que tendrás ahora en la cubierta de tu barco, con un piercing de diamantes en la fina piel del clítoris, brillante y atrayente hacia un lugar que promete un sinfín de pecados. Ver como las piernas se abren sobre las tablas de la cubierta ofreciéndote todos sus encantos, como se arquea la espalda femenina y se estiran los finos brazos sobre la cabeza, para luego dejar vagar la yema de los dedos sobre la piel casi seca ya del calor, arañando suavemente con uñas de porcelana la dorada superficie. Y como se toca, la muy puta, sí, pensando en la polla que vas a ofrecerle en breve al sol de la tarde. Oculta el diamante entre sus dedos, ese diamante que se costea al hacerte las mejores mamadas que se puedan disfrutar a éste lado del océano. Juega con él, lo estira y lo pellizca, humedeciéndolo con cada movimiento.  Lo rodea con dos dedos, ahora despacio, ahora más rápido… Te encantará verme masturbar, siempre te ha gustado ver mis labios vibrar con cada movimiento, como se separan al contacto de mis dedos, como empiezan a brillar cuando me humedezco pensando en tu polla contra ellos. O en tu boca…

Y por un muy módico precio, (¡como si no pudieras pagarlo!) te recostaré y haré disfrutar tu cuerpo con las delicias sexuales que puedo brindarte por las horas que tengas contratadas.  Tú, con tu máxima: No desees a una puta, desea comprar los servicios de una puta… ¡Qué equivocado estabas conmigo! ¿Cómo deshacerse de mí, con lo adictiva que te resulto?
Me ves desde la cubierta del barco… Te veo desde lo alto de mi duna…

En breves momentos caminaré sobre la arena caliente, dejando atrás la toalla, para entrar lentamente en el mar y zambullir mi cuerpo desnudo en el frío elemento, que lo acariciará y lamerá con ansia por todos sus recovecos. Nadaré y bucearé durante unos cuantos minutos hasta tu barco, sintiendo las burbujas juguetear con mi piel y la marea removerá mi cabello frente a los ojos…

Hasta llegar a tu barco… Hasta llegar a ti…

El largo pañuelo de seda que llevo atado a la cabeza ondea al viento bajo el sombrero, dándote la bienvenida.

 
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Magela Gracia

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