Claro que los había visto… ¡Como para no verlos! Cachas de gimnasio, de esos tíos que deben pasarse horas delante del espejo haciendo posturitas y diciéndose a ellos mismos lo cojonudos que son. Creídos, salidos, viciosos… Del tipo de tío fácil que le gusta a mi amiga. Tíos que adoren su cuerpo, tíos que se dejen manejar por un buen par de tetas. Todo lo que una chica quiere tener metido entre las dos piernas y enterrado en su coño… o en su culo. Y me imaginaba a mi amiga como tendría que tenerlos ahora… calientes y muy mojados…
Y es que conocía las perversiones de la chica. Era siempre un aquí te pillo, aquí te mato. Anoche mismo, en la disco, no había parado hasta follarse al camarero debajo de la barra. Me daban pena los pobrecitos que caían en sus redes… o lo que es lo mismo, cualquier hombre en el que ella se fijara. No había visto salvarse a ninguno, y mira que llevaba años con ella de amiga.
Y me lo creo, claro que me lo creo. Mi amiga va a follarse a los dos seguritas. No se me ocurre el cómo ni el donde… pero el cuándo es innegable. Es un ahora. Y de eso no me cabe duda.
Mira las dos camisetas que tenemos colgadas en el perchero. Eran dos piezas que pensaba probarme para salir de noche. De lentejuelas negras una, y de encaje otra, en el mismo color. No soy tan llamativa como mi amiga, por lo que tengo que lucir ropa con la que conseguir que un tío me mire. Esas dos prendas son muy vistosas, y aunque no he llegado a probármelas estoy segura que han de quedarme bien. Pero ella tiene otras intenciones, y pronto me las revela.
Mueve las piernas y las caderas, sintiendo los dos trozos de plástico dentro de su cuerpo, y parece que le gusta por la expresión perdida que adquieren sus ojos. Se sube las bragas, se recompone la ropa y mirándose brevemente en los espejos sale del probador a la carrera. La sigo de cerca, no quiero perderme el espectáculo. Me encanta verla montárselo con los tíos que decide follarse. Y a ella le encanta que yo mire… y que a veces le saque fotos con el móvil. Se dirige directa a la puerta, mira a un vigilante, y luego al otro. Se relame y les lanza sendos besos. Los chicos se ríen y se miran.
Da un par de pasos, lentamente, hasta llegar al arco que detecta las alarmas… Los tacones de ella suenan como los latidos de un corazón que tiende a detenerse ante la espera. La pregunta que se refleja en su cara por la incertidumbre de que funcione su plan es más que evidente, ya que supongo que no todas las alarmas suenan…
Estoy completamente segura que cuando escuchó la alrma mi amiga se corrió de gusto. Me apuesto lo que sea…
Los dos seguritas se miran entre ellos. Dudan. A uno parece que le sudan hasta las manos…
Coge el bolsito que lleva, de esos que si metes la cartera ya no te cabe el teléfono móvil, por no hablar del paquete de pañuelos, y lo contonea frente a la puerta. Varios pases. Nada.
Sus ojos bailan de un rostro a otro, mientras se relame los labios y se toca el culo con tremendo descaro. Miro hacia el tercer vigilante, que se ha quedado parado en la distancia y mira a mi amiga con los brazos cruzados, apoyado en una pared. Los chicos lo miran y él les hace una señal, que entiendo que quiere decir que pasen al cuarto a registrar a la chica. El otro es perro viejo, se le nota en la mirada. Y parece que les debe deber algo a los dos jóvenes, porque después de casi entender que allí dentro van a liarla, estoy segura que más que los dos tonticos a los que los llevan a un matadero del que van a sacar tajada, el tercero en discordia ocupa su papel de no digo nada y, realmente, no dice nada.
Y allí que va mi amiga, contoneando caderas y culo como si fuera desfilando en una pasarela, regocijándose en su éxito y me imagino que teniendo su segundo orgasmo. Pero cuando se gira y mira hacia atrás, le cambian las facciones del rostro. Algo falla…
Entre señas se comunican los tres, y el mayor asiente. Ocupa el lugar de los otros en la puerta, y el segundo cachas corre moviendo pectorales hasta ponerse junto a nosotros. Lleva cara de perrito al que sacan a pasear sin esperarlo, al que le acaban de enseñar una correa.
Entramos los cuatro en la pequeña estancia y me dispongo a observar sentadita en una de las sillas. Es algo incómoda, de respaldo recto y bajo, pero sé que no voy a tardar mucho en levantarme. Dejo el bolso sobre las piernas y me recuesto, excitada. El último cierra la puerta, con un leve click que hace las delicias de la lujuriosa muchacha. Se paran los dos delante de ella, uno a cada lado. Mi amiga se deja mirar, separando levemente las piernas. Está disfrutando del momento como si ya se la estuvieran follando, seguro. Incluso el pantalón ya tiene que estar mojado. Casi puedo olerla; en celo, caliente y espesa allí abajo, entre las piernas atléticas que siempre le he admirado. Ese centro de lujuria que yo no he disfrutado pero que siempre me ha regalado, con su atrevimiento.
Uno de ellos ha sacado ya uno de esos aparatitos portátiles de una estantería, con el que pretende registrar a mi amiga para ver por donde suena. Eso le quitaría todo el morbo al asunto, y ella lo sabe. Así que niega con la cabeza, fingiendo, o tal vez sintiendo, apuro. Quiere el cacheo… Lo desea con todas sus fuerzas. Dos tíos buscando por su cuerpo, tocándola como a una ladrona… Tratándola con rudeza, sentirse sucia y manoseada, como una fulana. Eso busca siempre las llamas de sus ojos, el desafío… Ese punto de inflexión en el que se balancea y con morbosa inclinación hacia el desastre hace caer su cuerpo hacia el lado de la perversión más absoluta. Ella no lo sabe… pero me arrastra de esa forma maravillosa al interior de sus entrañas, cuando las pollas se la están tirando, también siento que es mi coño es que se están trabajando.
Juro que vi como las dos pollas se ponían tiesas al instante bajo el pantalón marrón del uniforme. Uno de ellos casi babeaba. Y el más lanzado tomó la camiseta por los bajos y mientras ella elevaba los brazos se la sacó por la cabeza. Ese momento, en el que sabes que estás perdido, en el que sabes que, aunque no quieras, vas a follártela, que no hay remedio, que tu polla es la que manda… Ese momento se dibujó en la cara del vigilante, y pude gozarlo entero, solo para mis ojos, porque ella no lo observaba.
Las manos fuertes se agarran a las dos tetas con furia, y las amasan sin dejarle un rincón sin tocar, mientras los pezones se escabullen entre los dedos, pellizcados con fuerza. Luego la boca ocupa los huecos que quedan libres y la oigo chupar y lamer con ansia. El otro sigue con su bragueta contra el culo enfundado en vaquero, aferrado a sus caderas y tirando de ella para sentirla más todavía. Le muerde el cuello, y le mete la mano entre las piernas, sobre la áspera tela.
Desde atrás le desabrocha el pantalón, y de un tirón lo llevan hasta sus rodillas. El de adelante se separa un poco y admira su tanga, el de atrás se relame mirando el perfecto culo rosado y en pompa que mi amiga le regala. Culo tieso. Perfecto.
La coge en volandas y ella, de dos patadas, se desprende de los pantalones y las sandalias. En pelota picada se queda entre los brazos del enorme segurita que mientras veía como le rompía su compañero el tanga se ha abierto la bragueta y se ha sacado una impresionante polla dura y erecta, y ahora se aloja entre las dos pelvis juntas.
Mi amiga lo mira y responde con dureza.
La diosa desnuda se mueve sobre la pelvis del joven adonis y se ensarta ella sola el enorme pollón, sintiéndose que casi lo único que la sujeta es ese trozo de carne compacto y caliente en sus entrañas. Jadea, y el otro gime. Y el segundo en discordia se la empieza a cascar con ganas, nuevamente. Varias embestidas seguidas vuelven a poner a mi amiga de buen humor, y se digna a mirar al que da la espalda.
Más caliente que el fuego se acerca a su culo el vigilante, y con más rudeza aun le extrae la segunda alarma. La huele, la lame, y se la mete en la boca a mi amiga, con contundencia. Le llega a la garganta, y ella la chupa hasta hacerla perder entre sus labios.
Así, en volandas, con las piernas totalmente abiertas sujetas ahora por el que le trabaja la retaguardia, mientras el otro agarra sus caderas y la menea para que a diferentes tiempos bombeen dentro de ella, se la tiran como desesperados. Tengo que cruzar las piernas sintiendo que estoy a punto de correrme, y mientras me froto contra la silla y mis bragas se humedecen más que nunca me doy cuenta que a ellos les importaría un carajo que me echara una mano al coño y me masturbara gozando del espectáculo. Pero no lo hago. Eso sí… les saco su foto. Preciosa la foto… Ella doblemente empalada, gimiendo y gozando. Su boca unida a la del otro, con la alarma entre ellos, sujeta por las dos quijadas, y lamiéndose… Unidas las bocas por la puta alarma de los cojones… El otro follándose su culo, mirándolo y dedicándole guarradas a los oídos de los que se devoran con la mirada.
Ella gime con ganas. Les tenía ganas, la muy guarra. De vez en cuando me mira… Y me sonríe. Pero, sobre todo, mira hacia abajo, hacia su coño, para disfrutar de la polla que la destroza con su roce constante. Le encanta mirar… en eso me entiende…
Así, ensartada… así se apoya en su pecho, rendida y plena, luego hacia atrás, abandonando sus tetas a las caricias del pollón andante, que se deleita con ellas.
Las miran, se ríen, y con ellas se limpian las pollas, dejándolas hechas una porquería. Luego mi amiga se limpia también el coño con una de ellas…
Magela Gracia
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