La tortura de la puta

Mis cuatro extremidades apoyadas sobre el cobertor de la cama… Dos rodillas separadas, dos palmas de manos casi entumecidas a tu lado. Medias delicadas, tacones aun puestos. Y la cabeza de la putilla que me has traído metida en mi entrepierna. Su lengua me recorre el coño desde hace… ¡Dios! He llegado a perder la cuenta. No tengo reloj, las ventanas están cerradas y lo único que me sirve para contar el tiempo son los casi cinco orgasmos que he tenido… Y digo bien… Casi…

Maldito cabrón… casi…

La putita me lame el coño con dedicación casi devota. Su lengua pequeña y traviesa se centra en recorrerme los pliegues como si quisiera luego dibujarlos de memoria, lentamente… para luego centrarse en mi clítoris de forma juguetona. Te gusta eso. Te he sentido bajar hasta mi culo y observarla hacerlo… Espero que al menos tengas la polla dura, porque hacerme ésto… 

Sabes que me voy a vengar… Y, si no lo sabes… ¡Joder… si no lo sabes!

Otro… ¡Por Dios que bueno! Esa maldita lengua me está conduciendo al mismísimo infierno, otra puñetera vez. Intento no gemir, que no te des cuenta. ¡Qué no te enteres!

Pero gimo. Levemente pero gimo… mi respiración se entrecorta… Y te siento moverte a mi lado para hacerle señales a la dueña de la lengua… que se retira a otras partes de mi anatomía…

          Recuerdo que mi médico me recomendó perder tres kilos para poder dejar de fumar… Opina que son aproximadamente los que ganaré después con la ansiedad por no tener un pitillo entre los dedos…
          Jodido mamón- te respondo.- Si tuviera ahora un cigarrillo te lo enterraría en un ojo…

Frustración ante el orgasmo perdido… Y te hace gracia, porque te ríes. Acercas tus labios a los míos y pasar la lengua por mi comisura, acariciándola levemente.

          Pobre fierecilla…

La lengua vuelve a actuar allí donde hace un instante la ansiaba mi alma. Pero ya el cosquilleo se ha desvanecido y mis piernas no tiemblan bajo su hechizo. La puta que intenta ahora calmar la piel caliente y dolorida con la esponjosidad de sus labios me sujeta los muslos y me araña levemente la parte interna de mis piernas. Su lengua me hechiza mis zonas nobles con la ligereza de sus movimientos y la profundidad que es capaz de alcanzar cuando realmente quiere hacerlo. La noto a veces recorrer mi caverna hiriente, rezumando jugo espeso, y como lo saborea y traga con autentico deleite. La siento lamerse los labios, y tú los tuyos al verlo…

Su lengua… solo eso siento. Mis piernas ya no son mías, mis manos no me pertenecen. Me mantienen la cordura tu risa diabólica y su boca de jodida puta anclada a mi irrealizable orgasmo. Anhelo maldito desde hace tantos minutos… Juguete entre tus deseos y sus labios.

Me centro en lo que siento. Intento olvidar tu presencia borrando tu olor y tu sabor de mi boca entreabierta. Los ojos cerrados, no quiero la visión de rostro vicioso regodeándose en la insatisfacción de mi entrepierna… ¡Por Dios! Me duele el coño de la puta impotencia de no llegar a correrme en la boca de la puta putilla, más que puta mil veces… 

          Solo una,- ruego y gimo, agachando la cabeza, casi rozando la cara con el cobertor de la cama.- Por favor… solo una corrida. Seré buena, lo prometo… La quiero, la necesito.

Y a ti, que te gusta que te rueguen,  pero no conceder clemencia, me miras a los ojos mientras aumentan nuevamente mis jadeos… Calor allí entre mis muslos, humedad y fuego unidos a la carne de la lengua de la mujer a la que has pagado para infligirme la tortura de mi vida.

La cordura de mi alma unida a la musculatura de su lengua forrada de billetes de 20. ¡Qué poco valgo! ¡Qué poco vale torturarme!

Y la lengua vuelve a desaparecer de mis entrañas…

          ¿Y qué tal el trabajo hoy? ¿Muchos pacientes en la consulta?
 
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Magela Gracia

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Un comentario:

  1. Releido todavia es mejor…

     

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