Una cama vacía

Darse la vuelta en la cama, en la inmensa cama de matrimonio, y no encontrar nada… Así, tantas noches; así, tantas madrugadas…

Las sábanas enredadas en mis piernas como único vestido de noche. Dormir desnuda por costumbre, arrimada al calor del cuerpo del ser amado. Se me hace extraño que haya llegado la frialdad del invierno y torture la tranquilidad de mis carnes, y al posar la mano en la almohada ajena  no percibir en ella sino recuerdos. Gemidos de otras épocas, confidencias pasadas. Amores perdidos… Dolor en el alma.

Echarte de menos, con toda la fuerza que puede hacerlo mi corazón partido en pedazos, y que no logro recomponer por tu ausencia. La sensación de pérdida es inmensa, y lo noto en mi espalda falta de tus caricias. Era demasiado hermoso tener tus dedos siempre dispuestos a la tortura de mis sensibilidades, esas que ahora te lloran y reniegan de la vida que les espera.

Mi cama vacía…

Me da miedo la soledad de mi cama, me ahoga la frialdad del colchón y el silencio de las paredes. Lloro, y mis lágrimas no encuentran tus labios, que antes las recogían… La ansiedad que atenaza la garganta y que hoy afecta a mi voz no es sino fruto de tu partida, y ese llanto amargo que empaña mis ojos nubla solo los recuerdos que en imágenes imprecisas tengo de tu cuerpo en mi dormitorio. Tu presencia en las cosas que tocaste, tu voz gimiendo contra mi piel caliente, tu olor impregnando la ropa de cama… Todo eso me desgarra las entrañas.

Amor mío… créeme que te quiero…

Si ahora me faltas, espero recuperarte. Si ahora me pierdo en la necesidad de tu abrazo quiero que sepas que es por mi anhelo de abrir los ojos otra vez y verte sonreír a mi lado. Mirar tus labios curvarse en sensual mueca, saberte mío pase lo que pase. De nada sirve mi piel sobre los huesos si no recibe tus atenciones. Está sin vida, pálida y fría. No la quiero sin el calor de tu mirada desnudándola a cada paso. Me la arrancaría por los pocos placeres que me reporta ahora. Tal vez, bajo ella, encuentre el calor y la sangre que me indiquen que aun sigo viva.

Te marchaste y no dejaste sino sombras. Me dejaste vacía y es así como sigo. No hay forma de levantarse de la cama sabiendo que no te encontraré en algún rincón de la alcoba sin derramar lágrimas que mojarán el suelo de madera. No entiendo cómo llegamos a estar tan separados que tu partida fue únicamente la prolongación lógica de tus sentimientos. Dijiste que hacía tiempo que mi ser no te decía nada. No sabes lo que duele perder tu cuerpo, pero perder tu alma junto a la mía… ¿Cuándo ocurrió eso?

¿Cuándo tu cuerpo dejó de estremecerse junto al mío, amor mío, que no me di cuenta?

La noche antes de tu marcha recuerdo tus manos en mis pechos, tus caderas entre mis piernas, tu sexo en mis entrañas. Tus labios en mi boca, tu lengua entregada…  Recuerdo y vivo tus jadeos a cada minuto del día, aquellos que me dedicaste en tu última corrida, hace ya tantas lunas. Los cortinajes de la ventana ahora cubren mi vergüenza de cara a la calle, me esconden de las murmuraciones y de la especulación referente a tu marcha. Permanecen corridas, porque ya solo me asomo para observar que tú no vuelves a casa por las noches, que mi cama va a volver a echarte de menos.

Nuestra cama… que ahora es solo mía.

Ya me siento seca por dentro, y sabes que también por fuera. Al quitarme las bragas no hay restos de la excitación que antes sentía. Si algo mojara mi entrepierna, sabes que ahora sería el llanto que por ti derramo. Nada me excita en las sombras de nuestro cuarto, nada me eleva hasta donde tu cuerpo lo hacía. Mis orgasmos te los llevaste escondidos entre tu boca y la bragueta, se engancharon en tu maleta arrancados de igual forma que tu voz pidiéndome que me corriera. Esa boca perversa que me pedía que me estremeciera con sus movimientos de cadera ahora ya no tiene más palabras para mis oídos que un triste y seco adiós lanzado desde la puerta de entrada.

Y el espejo del dormitorio, que antes nos devolvía la imagen de dos amantes fundidos y entregados a la lasciva tarea de encontrarse en el cuerpo del otro, ahora me dice que mi rostro no se maquilla, que mi cuerpo lleva las prendas sin gusto y que mis hombros cargan con un hondo pesar. Me fascinaba observarnos follar al llegar el alba, me encantaba verme abrazada a ti, con mi cabeza en tu pecho y sus dedos perdidos entre mis cabellos, tras hacerme sudar y gritar tu nombre. Confieso que anoche lo cubrí con un plaid para no ver mi reflejo acurrucado entre el butí y el colchón. No puedo soportar mis emociones, pero es mejor si también evito a mis sentidos… Y ya tengo bastante con el tacto y el olor, como para también dejarme dañar por la vista.

El alcohol no ha sido un gran consuelo, y ahora ni lo miro. Tampoco resolvió mis problemas, y la narcolepsia producida no me ayudaba sino a parecer más lenta aun en mis actuaciones. No me ayudaba a no sentir, solo a llorar sin importarme quien estuviera delante. Tal vez lo que debía haber hecho era simplemente perder la consciencia, así las horas pasarían sin dañarme en exceso. Al final, la resaca no puede ser tan mala como la pérdida. Al final, la bebida no me ayuda a engañarme al decirme que solo era sexo.

Pero… ¿va a ser así siempre? ¿Y si no te recupero? ¿Y si esta sensación me acompaña en cada una de mis noches, sin encontrar la forma de sobrellevar mi pérdida? ¿Mi amor era tan hondo, y no me di cuenta antes de que desaparecieras?

¿Y si no vuelves?

¿Si no vuelves, amor mío…? Mi alma está rota ante la pregunta. Y si no vuelves… ¡qué será de mí!  Y si al final te he perdido para siempre…
 
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Magela Gracia

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Un comentario:

  1. Magela, tengo un nudo en la garganta. Que tristeza!!! Que desconsuelo!!!

    QUE VUELVA, QUE VUELVA!!! Haz que vuelva…

    Besote

     

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