El color favorito… y el número de la suerte.

Se empeñaba en comprar tulipanes aún sabiendo que no era su flor favorita. Alguien le había dicho de pequeña que tenía que elegir una, al igual que u número de la suerte, o el color que más le gustaba. Tal vez se lo dijeron cuando todavía era demasiado pequeña, y ella se lo había tomado al pie de la letra.

Ahora, casi con mala leche, siempre se vestía de amarillo el día cinco de mayo, para llevar tulipanes dorados como el sol a la tumba de su madre. Alguien se la había jugado haciendo que quedara huérfana el día que se debatía entre dos ramos de flores a cada cual más espantoso. Y es que no se podía dejar para el último momento lo de elegir un regalo para el día de la madre.

Y tampoco se debía hacer que una niña se creyera que el cinco traía buena suerte, o que el amarillo sentaba bien a su piel morena. Nada había de favorito en todo aquello. De todo… lo que peor llevaba era lo de los tulipanes. Eran difíciles de encontrar el resto del año.

Menos mal que siempre lucían precisos en los escaparates de las floristerías cuando llegaba mayo…

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Magela

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