Tu nombre en el esparadrapo

Hoy, rebuscando entre las cajas que tengo guardadas en tu alcoba, he encontrado ese trozo de esparadrapo donde pintaron tu nombre. No son simplemente un par de letras escritas en rotulador negro para identificar tu cuna. A ti, por ser el único adorno que podrías llevar en muchos días, te dibujaron el nombre más bonito que pudo permitirse la autora con las prisas.

Todos los padres ponen un peluche en la cuna del hospital donde dormita su bebé. A veces incluso sábanas traídas de casa, chupetes con el nombre serigrafiado, o los patucos que le cosió durante muchas noches una abnegada abuela. Yo no pude hacer nada de eso, salvo ver que habían pintado tu nombre en una tira de esparadrapo, junto con la carita de un gato con un lacito rosa. Lo vi al día siguiente de que nacieras, pegado al metacrilato de la incubadora, como única referencia a que ese enorme bebé que yacía apenas sin vida tenía una familia que lo quería y que lloraba no poder acunarlo entre sus brazos.

Que te quería…

Recuerdo que la auxiliar de enfermería que lo escribió me dijo que era un nombre muy bonito, pero que hubiera sido más apropiado que te llamará África… Otro día te cuento el motivo, que esa anécdota es un poco más larga. También recuerdo que me dijo que le había quedado un poco mal el esparadrapo, porque esa noche les diste mucho trabajo y te empeñabas en hacer sonar todas las alarmas a las que te tenían conectada. Al final, tras una larga jornada la auxiliar se dio por satisfecha con la A medio torcida, y una H a casi sin montar. El gatito quedó mejor, pero no se lo dije. Tampoco ella me dijo que no se esmeró demasiado en el nombre porque todos en la unidad de cuidados intensivos estaban seguros de que no sobrevivirías…

El nombre no iba a durar mucho pegado al jodido metacrilato…

Pero te empeñaste en demostrar que te iba más tu nombre que el del África, y que un bebé nunca se debe dar por perdido. El día que yo misma despegué el esparadrapo de la cuna para llevarlo contigo a casa no pude mirar a los ojos a la auxiliar que lo había pintado, ya que no estaba trabajando en ese turno. Sin embargo, sí sé que se comió un buen trozo de tarta el día que, cuando cumpliste un año, llevamos juntas el pastel al hospital para celebrarlo.

Hay veces que merece la pena dedicarle un poco más de tiempo al dibujo en un esparadrapo.

Hoy, tras tantos años sin verlo, miro el trozo de tela y recuerdo el día que te identificaron con él, a la carrera, sin casi tiempo a cenar y con menos tiempo para dormir. Hoy miro el esparadrapo y me entran ganas de llorar, a sabiendas de que todo salió bien, y que al igual que aquella mujer yo vi también tu nombre cincelado en una pequeña lápida.

Hoy me preguntas qué hace tu nombre pintado al lado de la cara de una gatita… Y pienso que mejor esperar aún un par de años para darte ciertas explicaciones.

Hoy sólo me nace abrazarte. Ya habrá tiempo de desvelarte mis angustias más adelante…

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Magela

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