Y, de pronto, el sabor de la comida perdió toda importancia. Podía estar masticando piedras que no me habría dado cuenta. Tal vez se cayó la cuchara al suelo, o ni me planteé que fue un tenedor lo que quizás hizo ese sonido tan característico al rebotar contra el marmol bajo mis pies.
Habías entrado en la estancia.
Tal vez yo comía piedras, y no importaba.
Estabas parado en la puerta…
Y me mirabas…
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Magela
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