Me doy de narices contra la realidad y no es otra que, aunque me empeñe en girarme hacia el otro lado de la cama, para no verte, sigues roncando allí, donde caes siempre dormido, sin importarte las lágrimas que vierto en mi almohada. Cierro los ojos e imagino que no estás ahí, y que mi cuerpo por fin puede disfrutar …