Aún no me había quitado las legañas de los ojos cuando mi novio vino a despertarme con la tablet en la mano. Algo extraño tenía que estar pasando, ya que por norma general yo era la que dormía poco, y él era al que siempre despertaba yo, preferiblemente con una mamada o restregando el culillo contra su entrepierna. – ¡Dormilona, …