¡Qué pena me dan las otras! ¿Compararse a mí? Ridículo. Nadie en su sano juicio puede pretender darte lo que yo te ofrezco sobre mi cuerpo bañado en sudor tras disfrutar mis múltiples orgasmos. Esos orgasmos que alimentas y avivas cada noche con tus palabras eternas, que se clavan en los recovecos de mi sexo y lo dejan eternamente marcado …