– Sí, ya veo que a partir de ahora puede que nos entendamos… Mi cuerpo se estremeció con esas palabras. Al fin y al cabo, llevaba más de una hora en aquella postura, desnuda, y la cabeza agachada sin poder mirar al frente. Y nadie podría decir que no tenía ganas de levantarla y echar un vistazo a los dos …