– Te prometo, Dios mío, que si me haces salir de ésta dejo de meterme tanta mierda por la nariz. Allí estaba yo, tratando de respirar mientras los polvos de talco caían sobre mi cara como si de pronto hubiera empezado a llover de forma torrencial dentro de la amplia sala. Al principio estornudé, pero a medida que fue entrando …