Morirme entre tus dedos, que arañando la cordura, me invitan al desmayo. Morirme entre tus labios que me deleitan con el hambre de un buen amante, atento y entregado. Rendirme por la necesidad de rendirme, sin importar las consecuencias. Caer en la inconsciencia del abandono del propio cuerpo, desear perder la piel a tiras bajo tu hechizo maldito…
Entregar algo más que mi cuerpo en cada latido de mi coño, en cada punzada que me recorre el cuerpo y de las que ya no quiero alejarme. Sufrir mi condena y aceptarla, porque se hayan convertido tus actos en el camino que quiero recorrer aferrada a tus caderas.
Morirme para renacer siendo la hembra que te encele…
¡Mírame, no huyas! Quiero tus ojos en los míos clavados cuando maldigo al dueño de la boca que no me deja descanso. Quiero tus manos rasgando la piel de mis muslos cuando intento escaparme de la dulce tortura, quiero que esta frustración que me produces sirva realmente para que mi alma quede partida en mil pedazos. No me importa cuánto dure la noche, porque sé que al llegar el alba querrás nuevamente enterrarte entre mis piernas para perderme por completo en el deleite de tu polla tiesa.
Por eso… por eso ahora me rindo a tus deseos, a esos que persiguen que esté horas deseando un placer no consumado. Tengo la dicha de saberme dueña de todos los que me has proporcionado, y de los venideros. Si ahora reniegas de mi disfrute porque has aprendido a hacerme desearte hasta rendir mi alma a tu maldita perversión ya llegará mi turno. No me importa esperar hasta que quieras dejarme desmadejada, confundida, sudorosa y exhausta…