Dos o tres veces al año me visto de puta. Minifalda indecente de plástico imitando el cuero, botas de fino tacón incómodas como la madre que las parió, de esas que terminan en chúpame la punta y te rozar la parte de atrás de las rodillas. Y sujetador de cortinilla en vez de camiseta. Sin bolso, cabello recogido en una cola muy alta y la cara pintada como si fuera carnaval. Al tener el culo grande la parte baja de las nalgas se escapan de la falda, y sin inclinarme ya se ven mis redondeces plenas. Eso vuelve locos a los hombres que pasan por la calle; de noche, caminando o en coche, se paran a mirarme. Mi vestimenta es tan burda que piensan que puedo chupárselas por 20 euros, y hacerles un completo por poco más del doble.
Me miran las tetas y piensan en correrse en ellas. Miran mi rostro e imaginan en cómo lamerían mi cara desdibujando el carmín rojo de los labios. Me miran el culo y se les van las manos a azotarlo, una y otra vez…
Un par de veces al año quiero sentir que los hombres quieren solo usarme…
Se para un coche y de él sale un tipo elegante, de esos que me cortarían el hipo si fuera con mi ropa cara y del brazo de mi novio, abogado. Me jode que aun así vestida me busquen los dandis, que no vayan a gastar sus sueldos con las putillas de largas piernas abiertas que esperan entregadas sobre la colcha de seda de una habitación de hotel. Mi rostro pierde la sonrisa invitadora que hace un momento asomaba, y el enchaquetado entiende la indirecta y deja de avanzar. Sabe que no me voy a subir con él al coche, ni le mamaré su polla perfumada escondida bajo unos calzoncillos de Calvin Klein. No lo entiende, eso sí se ve a simple vista. No comprende que prefiera esperar a la intemperie vestida de esa guisa en vez de disfrutar del asiento de cuero y del trozo de carne limpia que me ofrece. Una polla, al fin y al cabo, como la que tengo en casa…
Trabajo duro durante la jornada, olor a sudor en la ropa. Cerveza en la boca, orina en el pantalón vaquero. Tierra en las botas…
Quiero ser usada como objeto sexual por el mero hecho de serlo, por unas horas…
Esa polla que aparece ahora al bajarse un macho de una moto embarrada es la que me enciende. Pantalón gastado y manchado de aceite, pinta de no haber sido lavado en varias semanas, de haber aguantado varias corridas y varios revolcones por el suelo, arremolinado en los tobillos. Me mojo los muslos, ya que no llevo bragas, en un momento al imaginar esa bragueta restregada contra mis nalgas. Me caliento, y nadie sabe de qué forma, cuando la mano dura y vellosa se recoloca la verga al poner los dos pies en el suelo. Camisa de franela a cuadros, chaqueta de imitación a cuero. Casco integral con varios golpes, al igual que la moto. Pinta de leñador, fuerte y descarado.
No quiero una polla fina. Quiero la verga viciosa de ese hombre que ni se ha quitado todavía el casco de la cabeza. Quiero la sensación de ser una furcia sintiéndolo metido entre mis piernas. Quiero volver a casa y no bañarme cuando me meta en las sábanas de seda. Conservar su saliva y su semen corriendo por mis piernas… eso quiero. Oler a macho, como yo ahora huelo a hembra en celo.
Comments 4
A mí lo de vestirme de puta me pasa de corriente, y lo de hacerlo quizás no tanto pero también.
Es muy difícil resistirse a esa tentación que te llama desde la puerta del armario, caliente y deseosa de aferrarse a ti como el bochorno del verano.
en el papel de puta se juntan tu hambre y las ganas de comer del macho
conjunción perfecta!!
Éste relato expresa una gran verdad: Puta por una noche!!!!! ya lo creo que sí!!!!!
Fíjate que es una fantasía recurrente entre las mujeres, grupete en el que me incluyo.
La parte del motoquero… me desesperda! ahí tienes otra fantasía…
Besote!
Estimulante hasta decir basta.
No hablo solo del aspecto fisiológico (cómo me has puesto querida) sino también del intelectual.
Al leerte todo parece real, todo parece estar pasando frente a mis ojos. Más aún, me haces sentirme el tipo elegante, el motero leñador y…hasta tú.
Y lo mejor, es que sé que puedo ser cualquiera de ellos contigo. Mil besos