Obsesión

magela Otros Relatos Eróticos Comenta

Sí. Le miro el culo. ¿Y qué? No me he propasado en ningún momento con ella. No puedo entender que mi jefa tome cartas en el asunto, como ella dice, por tener ojos en la cara. ¡Hombre, por Dios! ¡Que solo le he mirado el culo!
Si es que al final no va a poder uno apreciar las bondades del cuerpo femenino. ¡Que no se ponga esa falda tan corta si no quiere que me vuelva a mirarla cuando pasa junto a mi mesa! Ni una palabra he cruzado con ella nunca, ninguna risita o un gesto obsceno. Solamente la he mirado. Pero igual que los otros 30 compañeros que comparten zona de trabajo.
¡Cómo para no mirarla, joder!
Pero ella, al parecer, únicamente se ha quejado de mí. ¿Por qué coño, si miro igual que los otros? ¿Por qué tengo ya interpuesta una orden de alejamiento de otra compañera que me provocó a la salida del trabajo? ¡Si es que visten como putas! No puedes llevar ese escote sin que se te vayan los ojos cuando mantienes una conversación. Lo que sí es posible es que haya muchos hombres a los que no se les escapen las manos hacia las tetas que se muestran turgentes en ese maldito escote… ¡pero es que yo creí que ella quería que se las sobara a base de bien! Parecía que me estaban pidiendo que las pellizcara durante horas, de tan sonrosadas y cálidas que se las veía…esos pezones erectos esperando atenciones…
Pues no. Primero, guantazo bien dado tras agarrarle las tetas. Segundo, queja formal a la jefa, para que me cambiara de departamento. Tercero, demanda…
Y yo… venga a recibir.
Si estoy completamente seguro que a esa tía le encantó que le agarrara los pechos y se los apretara. Por un momento lo vi reflejado en sus ojos, el placer de sentirse deseada hasta el punto de ser asaltada por un compañero de trabajo. Se puso cachonda, estoy seguro. Si hubiera podido meterla la mano entre las piernas habría encontrado un coño encharcadito…No entiendo por qué cojones acabé en el despacho de la jefa por tocar un poco de piel femenina. Si le gustó… seguro que le gustó…
Pero mi jefa opina que estoy a punto de pasar a engordar la puta lista del paro. Lo está deseando, según me confesó. La advertencia era más que clara. Una queja más y me iba a la calle, fuera el hermano de quien fuera en aquella empresa. Todo el mundo hacía la vista gorda por el mismo motivo, pero parecía que alguien de más arriba se había propuesto mancillar mi nombre con acusaciones parecidas, y no me quedaba otra que tragar.
Total, por un pequeño problema de nada de obsesión con el sexo.
Si hasta mi jefa me parecía que tenía un buen polvo…
El día que me llamó para hacerme la amonestación y cambiarme de puesto llevaba un vestido de chaqueta de lo más sexy. Lo hizo a posta, la muy hija de puta. Estaba sentada en el borde de la mesa de su escritorio, con las piernas algo cruzadas en los tobillos, con unas preciosas medias de rejilla. ¿Qué jefa decente recibe a un empleado acusado de acoso sexual de esa guisa? La mía, claro, que estaba deseando que le diera polla hasta hartarse… Y ganas me dieron, desde luego, porque se me puso la polla durísima dentro del pantalón de mi traje. Ella tuvo que notarlo, porque había dejado la chaqueta en mi puesto de trabajo y la corbata no llegaba tan abajo. Se la habría sacado para que me la chupara hasta correrme, ¡cómo había deseado follarle la boca a esa cabrona! Pero me contuve, que un bofetón por semana era más que aceptable, y no quería que llamaran a los de seguridad y me sacaran a rastras del despacho.
Pero aquel coñito bajo la falda olía a sexo. Tal vez me cambió de puesto y me amonestó porque no me la follé en ese momento como era debido. Si es que lo que desea toda tipa es que le metan un buen nabo entre las piernas, y gozar como una puta mientras te la follas durante unos buenos minutos. Y correrte dentro… ¡Joder! ¡Cómo les gusta eso! Pero dejé mi polla dentro de los pantalones, apretada como estaba en el calzoncillo, y me sentí mojar la tela mientras me hablaba del acoso sexual y de que era la última vez que me la pasaba.
Estaba muy buena, la jodía…
Sus labios carnosos pintados de un suave marrón habrían lucido perfectos rodeando mi polla mientras yo gemía como me merecía. Le habría aferrado los cabellos y bombeado contra su cara, viendo como empezaba a llorar por el tamaño considerable de mi miembro. Se la habría clavado fuerte y duro para hacerla callar, que entendiera que su discurso de jefa puritana no me convencía, que era una zorrita igual que el resto de las tías de la oficina, y de mi barrio, y las madres del colegio de mis hijos… Todas buscaban lo mismo, y yo estaba desesperadito por darles lo que querían. Al fin y al cabo, si los dos desean lo mismo, una polla rodeada de carne femenina, no entiendo cual es el puñetero problema.
Pero no… no lo hice. Y aseguro que en ese momento no pensaba en las tetas de mi compañera, a la que había acorralado en el ascensor de camino a recursos humanos para presentar unos certificados. Y mira que sus pechos bien merecían que pensara en ellos, igual que en aquel momento. Si no llego a recibir el guantazo de la muy hija de puta la habría puesto de rodillas y me habría pajeado contra ellos, sacado esos enormes melones del sujetador y haciendo que ella los frotara contra mi polla, rodeándola, mientras me restregaba contra su cuerpo. Y correrme así, salpicándole enla cara, mientras me miraba disfrutar como un enano. Seguro que le habría gustado, pero la muy estrecha en cuanto le puse las manos alrededor de las tetas pegó un grito y acto seguido me dio el guantazo. Fue excitante, no obstante, sentirla resistirse un poco. No habría estado nada mal parar en ese momento el avance del ascensor, ponerla a cuatro patas y perforarle el culo mientras me pedía que no parara de follarla. Imagino cómo se habrían movido sus pechos por fuera del escote mientras la embestía una y otra vez, y la escuchaba gemir con cada golpe de cadera contra mis nalgas. Esas tetas que me volvían loco, avanzando y retrocediendo al compás de mi follada, y ordenarle que se pellizcara los pezones y las preparara para recibir mi leche… Porque se merecían una enorme corrida en ese canalillo… sin duda alguna.
Pero no, me había quedado de piedra al recibir el golpe, y se me escapó del ascenso, la muy zorra…
Y ahora esta otra me buscaba las cosquillas poniéndose esa minifalda tan provocativa. Alguien me quería muy mal en esa empresa. Se habían propuesto echarme, sin duda, porque no era normal que todas las mujeres anduvieran buscando que yo las deseara. Porque las deseaba a todas, sin excepción, y estaba seguro de que ellas se morían de ganas de abrirse de piernas para que las follara un ratillo en cualquier rincón de la oficina. Sexo con el pervertido de contabilidad… pero el tío con la mejor polla de las que se iban a encontrar en la cuidad, seguro. Estrechas… solo para fuera. Coñitos mojados que necesitaban una buena dosis de leche calentita.
Tal vez iba siendo hora de cambiar de trabajo… porque ese culito me estaba pidiendo que me restregara contra él de inmediato, y era precisamente lo que iba a hacer, antes de la hora del almuerzo.

¿Te ha gustado este relato? Apúntate a mi lista de correo para que no te pierdas nunca ninguno.

Te mandaré un relato inédito de regalo.

* Campos requeridos:



Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *