¿Inspira más una portada con una cama revuelta, o una colcha bien arreglada?
Ambas opciones me parecen muy buenas. Pero es que a mí me da morbo casi todo.
La primera invita a imaginar qué fue lo que hizo que las sábanas quedaran en tal estado, que la colcha cayera al suelo o que los cojines anden en cualquier parte. Se pueden ver las huellas de los cuerpos en una cama deshecha, con sudor y arrugas donde la espalda presionó durante el sexo. Se puede intuir si fue un sexo tranquilo, o por el contrario los cuerpos pugnaron de forma ruda y agresiva por la posesión del espacio si el cabecero y el colchón no andan bien alineados. Puedes, incluso, encontrar los restos de semen que regaron el momento, si buscas mucho…
Vale. Eso es más complicado con las sábanas blancas. Pero sin tener que irse uno a las técnicas de CSI, imagino que todos han pasado alguna vez la mano por una mancha de esas, reseca y olvidada por la mañana con las prisas por irse al trabajo. El semen se seca, se apelmaza, al igual que lo hace en la piel cuando se marca el cuerpo excitado con una corrida.
Por suerte son manchas que salen muy fácilmente, tanto de la ropa como de la piel. Algo más complicado del pelo, pero no hay nada imposible…
Una cama revuelta indica pasión, sexo, desenfreno. Una cama sin hacer por las mañanas denota que los que durmieron en ella y la dejaron en tal estado prefirieron gozar de los cuerpos antes de irse al trabajo, y que ocuparon más minutos en darse placer que en dejar la casa ordenada. Siempre hay tiempo para hacerla luego al regreso. Que tumbarse sobre una cama con la colcha perfectamente alisada es el mejor augurio para una buena tarde de sexo.
Y de ahí, llegamos, a la segunda opción. Cama arreglada.
Un ejemplo práctico de esta imagen es la que tenemos en las habitaciones de hotel, cuando llegas con las maletas y te paras en la puerta. Esa cama grande, presidiendo la habitación, con sus cojines y su cesta de bienvenida a los pies, nos invita a soltar los bultos nada más cerrar la puerta. ¿Te puedes resistir a retrasar ponerte el biquini cinco minutos para tirarte sobre ella y pedirle a tu pareja que te haga compañía sobre el cobertor? Una cama hecha llama a dejar sobre ella ese conjunto de ropa interior que te acabas de comprar en la tienda de lencería, para que tu hombre lo vea mientras te das una ducha en el cuarto de baño. Lo imaginas a él, escuchando el agua correr, tocando la tela de encaje y deseando arrancarte las braguitas rodando sobre el colchón.
¿Quién no ha dejado alguna vez una foto sobre la cama con un mensaje escrito a pluma?
“Hoy quiero que me folles así”
Para la romántica, el equivalente son los pétalos de rosa desde la entrada de casa hasta la cama, señalando el camino por el que tiene que ir hasta encontrarte en vaporoso camisón, con sendas copas de cava.
Pero yo, que de romántica tengo poco en el sexo, aunque lo soy para todo lo demás, soy más de ir dejando una cuerda por el pasillo, con el que se imagine mi amante que rodeará mi cuerpo para su disfrute… y el mío. El extremo de la cuerda sobre la cama. Y yo, desnuda, ocupando el espacio, recortada sobre la colcha.
Desde esta imagen llegamos a un tercer supuesto. Cama ocupada.
Y como no me ponía de acuerdo conmigo misma… puse las tres.
Espero que la cama siempre te dé motivos para sonreír, y que te entren ganas de hacerla y deshacerla… para luego mancharla.
Llévame a tu cama… no te quedes con las ganas.
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Deliciosa introducción