Recuerdo

magela Cartas de mi Puta, Cartas de mi Puta y Otros Cuentos Eróticos Comenta

Y me veo, después de tantos años, pensando en ti…

¿Qué habrás estado haciendo? ¿En cuántas camas habrás retozado?

Es ridículo que, pasando la vista por los mensajes de los contactos que andan sepultados tras años sin actividad en mi móvil, encuentre el tuyo y sienta añoranza. Que se dibuje una sonrisa en la comisura de mi boca mirando la pequeña foto que acompaña tu nombre es todo un misterio.

Pero ocurrió.

Cierro los ojos y asisto al cambio que se produce en mi cuerpo. Se eriza mi piel al recordar tus caricias de hace tanto tiempo. Se acelera mi corazón al escuchar las palabras que me susurrabas cuando apenas te había dejado acercarte a mí. Se seca mi boca al saborear los orgasmos que me brindaste tras nuestras interminables noches en vela.

Disfruto de todo eso y de más cosas… que me callo.

Porque esos recuerdos acaban de mojarme la entrepierna.

Después de tanto tiempo… pensando nuevamente en ti. No tiene ningún sentido, ya que casi no recuerdo tus gestos, tu voz o el tacto de tu mano sobre la mía. Tengo presentes mis sensaciones, ahogadas tras tantas otras experiencias que llegaron más tarde. Tantos amantes probaron mis labios tras desaparecer tu boca de mi vista que ahora, al llevar la lengua al paladar, buscando tu sabor, soy incapaz de distinguirlo.

Recuerdo que me gustaba tu boca…

Y tu sonrisa, y tu piel morena, y tus cabellos revueltos por la brisa del verano. Recuerdo que me gustaba tu impertinencia, tu chulería, y esa necesidad de ocupar con tu presencia cada minuto de mis días. Recuerdo que me gustaba que me dejaras sin habla cuando me decías que me deseabas, y que se me cerraran los ojos al tener tus dedos rozando la piel de mi cuello, justo antes de recibir tus besos.

Recuerdo tantas cosas…

Pero a ti no te recuerdo.

Si ahora compartiéramos espacio en algún restaurante no sé si te reconocería. Puedes haber envejecido mal, o haber engordado, o tal vez llevar gafas y haberte quedado calvo. Puedes estar perdido en la crisis de los cuarenta, usando ropa moderna que no se ajuste a la idea que me queda en la mente de tu estilo, siempre formal y correcto.

Pueden haber pasado tantas cosas…

Y lo único que ha pasado, al final, ha sido el tiempo.

“Espero que estés bien”.

Se lo digo a tu fotografía, y no lo escribo por miedo a que me contestes.

Porque… ¿quién sabe las locuras que podrían pasarnos si vuelvo a tenerte en frente?

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