Cinco microrrelatos eróticos…

magela Cartas de mi Puta, Cartas de mi Puta y Otros Cuentos Eróticos Comenta

Un microrrelato

Fotografías.

El desparpajo que mostraste al mandarme la palma abierta de tu mano en una sencilla foto, donde se mostraba un anillo que siempre echaré de menos en el quinto dedo. Me hizo imaginarte apoyándola sobre mis nalgas antes de embestirme por detrás, gimiendo como no sabía que hacías porque nunca había escuchado tu voz antes.

Tus dedos… Esos que aferraron unos días más tarde tu polla para mandarme la segunda foto, que destrozó la poca resistencia que me quedaba. Tu mano cerrada sobre el trozo de carne que necesitaba sentir introduciéndose por los agujeros de mi cuerpo; los que quisieras usar, de la forma que desearas. Provocadora, sutil y perfecta.

Y la última, rasurándote la pelvis con navaja de barbero, preparando tu anatomía para que mi lengua fuera a lamerte donde antes la cuchilla despobló el vello púbico.

Así caí, con tres fotografías…

Dos microrrelatos

Gime… que te observo.

Gime. Se revuelve en la cama gime. Me atrevo a pensar que son mis manos las que la tienen en ese estado. Gime, la boca se abre para exhalar un suspiro, y sus dientes blancos se perfilan a la vez que se contrae su rostro. Es joven, sus cabellos no han conocido el tinte por suerte, y su piel huele a almizcle y a pecado. Conozco el nombre que tuvieron a bien ponerle sus padres, hace ya unos veinte deliciosos años, pero a mí me gusta más llamarla María.

La observo todas las noches, y la sueño de día. Imagino que huele a sexo, que su sudor es más salado que su entrepierna, y que sus labios tiemblan porque mis dedos se escabullen entre sus sábanas para hacerla vibrar. Imagino que aferro sus cabellos para guiar su cabeza a mis labios.

Y vuelvo a recrearme en el instante en el que separa las piernas, esconde su mano, y busca seguir gimiendo… para mí.

Tres microrrelatos

Intimidad.

La pasión no se demuestra mientras tienes las piernas separadas, entregando tu vientre a la verga que aferra entre los dedos. La complicidad no se plasma en dos bocas entrelazando lenguas, mordiendo labios, explorando paladares ávidos de carne compacta. La plenitud no se destila de los dedos entrelazados entre embestidas, con ojos clavados en los gestos del contrario, esperando su clímax. La entrega no reside en rendirle tu cuerpo para que lo use como quiera.

No hay mayor intimidad que la de mirarte en sus ojos por la mañana, con los cabellos desmadejados, y que acudan sus dedos a retirarte las legañas. Si te quedas a mi lado mañana ven a besar mis ojos tras haberte reído de mi aspecto cuando aún no he logrado despertar el alma. Vengan tus dedos a desperezarme, que ya tomaré conciencia de la vida cuando tu polla se entierre en mi cuerpo con saña.

Cuatro mmicrorrelatos

Mi bebida…

Destilado ardiente que me abrasa la garganta, como me abrasan tus labios al probarlo de mis labios. Líquido puro y cristalino que a través de su prisma en el vaso desdibuja tu imagen para recomponerla luego a mi antojo cuando la embriaguez abandone mis venas. Compañero de penurias cuando una polla falta, que me ayuda a imaginarla ensartada en mis entrañas…

Déjame lamer la sal de tu sudor para acompañarlo, de la parte de tu cuerpo que prefieras…

… Que el limón ya lo podré yo con la acidez de mi entrepierna.

Cinco microrrelatos

Respirar.

Respiré porque mi psiquiatra quería que lo hiciera, pero el aire estaba viciado con tu aroma; ese que no podía sacarme de debajo de la piel aunque pudiera arrancármela a tiras. Respiré… pero no me sirvió de nada. Sólo respiro cuando tu mano está posada sobre mi vulva abierta y mojada, y no sé si lo siguiente que sentiré será una caricia o una fuerte palmada. Si gemiré de placer o de dolor, si moriré de gusto bajo la presión de tu mano, o me perderé en los interminables minutos que pasan mientras tus dedos deciden si me van a follar con fuerza, como lo haría tu polla si tuvieras ganas…

No puedo respirar si no soy sumisa. Adoro respirar el aire que tú respiras…

Me asfixié porque la psiquiatra quería que tomara las riendas de mi vida y que te apartara de ella. Me asfixié porque yo no quería…

 

 

¿Te ha gustado este relato? Apúntate a mi lista de correo para que no te pierdas nunca ninguno.

Te mandaré un relato inédito de regalo.

* Campos requeridos:



Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *