Arena cálida bajo los pies, calentando las plantas. Eso solo pasa en verano. Cogerla en la mano y dejar que se escurra entre los dedos, mientras la ves como se aleja con gracia arrastrada por la brisa marina…
Recordarte…
Noches de playa, con ropa ligera y calor en la piel. Tu brazo rodando mis hombros, justo antes de hacerme la cabeza hacia atrás y robarme el primer beso…
Sí. Mi primer beso…
El rumor de las olas intentando apaciguar mis nervios. Lo siento ahora como si tus labios cubrieran los míos con aquel apremio de adolescente. Los pezones erectos por la excitación y la sensibilidad de cada caricia… Tus manos sujetando mis mejillas, como si mi rostro pudiera desaparecer de tu lado si te descuidabas un instante.
Sí… Ese primer beso tan deseado.
Tu lengua se metió en mi boca, buscando mi respuesta. Siento que no la obtuviera, y que tuviera tanto miedo a hacer algo mal que el hechizo del momento se rompiera. Pero insistías… Me deseabas entregada, mi cuerpo de 16 años ofrecido al tuyo, en la noche furtiva del cálido verano. Pero yo era escurridiza, y cuando me tumbaste sobre la arena, aun caliente por el sol, me atrajiste con dificultad hacia tu cuerpo.
Sentí tu mano perderse bajo la falda de mi vestido.
Me sentiste estremecer y removerme levemente. Demasiadas emociones se agolpaban en mi garganta, y ya me costaba respirar con tu boca apresando la mía. Una mano aferró una de mis nalgas, y la otra intentó reclamar un pecho. Ante tal acoso solo pude encargarme de una… y aparté la que quería pellizcar la piel, coronada de un joven e inexperto pezón. Rendí mis nalgas, y tras varios intentos por conseguir más centímetros de piel, entendiste que debía ser una victoria.
Pues tus dos manos abarcaron mi culo, y me presionaron contra tu erecta virilidad.
Temblé contra tu cuerpo, saturados los sentidos; temerosa de no tener claro si aquel primer beso iba a ser también mi primera vez…
Desvirgada en una playa, a la vista de cualquier paseante.
Mi entrepierna estaba mojada como nunca. Sentía los latidos agolparse en mi vulva, pidiendo la respuesta que yo me negaba a darle. Tus dedos no osaron intentar acariciar mis pliegues, disfrutar de lo que despertabas en mis entrañas, sin saber muy bien cómo lo hacías… Al fin y al cabo, eras poco mayor que yo, y juraría que pocas piernas habías conseguido separar para escurrirte dentro.
Pero conmigo insistías a ratos…
Y me gustaba saberme tentada.
Mi mente volaba confusa entre la delicia de tus dedos y la presión de tu boca, soñando con tener realmente la valentía de relajar mis músculos y dejarte hacer a voluntad. Lo deseaba tanto… Cada vez te inclinabas más sobre mi cuerpo, y tu peso se dejaba notar cortándome el movimiento y la respiración. Mi pecho se movía con dificultad…
Te había conocido hacía poco más de una semana. La playa siempre se había prestado a mostrar mucha más piel de la debida, y a ti te gustó el moreno que ofrecía la mía. Sin vergüenza alguna, mis pechos lucían orgullosos en el recorrido desde la rubia arena y el agua, que enfriaban las hormonas y erectaba sin miramientos mis pezones. Enseguida supiste que aquellos pechos tenían que acabar entre tus palmas, y tus dientes morderían sus durezas…
Un par de copas en una terraza, una cena escueta y paseos a la luz de la luna. Noches de verano cuando no importa nada sino el calentón en la sangre…
Risas tontas. Tus dedos se mezclaron con los míos…
Y acabo tirada en la playa, con tu cuerpo cubriendo por completo mi cuerpo, tu boca amortiguando mis gemidos y tus piernas pugnado por colarse entre las mías. ¿En qué momento me despisté tanto? Mi vestido ya no cubría mis nalgas, y tus manos habían aferrado con determinación mis muslos, separándolos.
Noto tu polla endurecida contra mi vulva, y por primera vez tengo miedo.
Resoplo y resuello contra ti, asustada. Tu boca ya no me besa, sino que me oprime y controla. Eres demasiado grande para que mis brazos puedan apartarte, pero aun así lo intento. Sabía que no iba a conseguir nada, pero la sensación de frustración me embarga como si no lo esperara. Mientras pugno con la parte alta de tu cuerpo… la parte baja ya está enterrada entre mis caderas.
Tu polla está fuera del pantalón, y te restriegas… gimiendo contra mi boca.
Me elevas la pelvis metiendo las manos bajo mis nalgas, ofreciendo mis carnes a tu lujuria. No consigo separarte de mi cuerpo, y de mis labios solo se escapan débiles quejidos cargados de miedo. No sé si en verdad te importa que no quiera, o simplemente no lo has notado. Al menos, me consuela pensar que puede existir esa segunda posibilidad, y que simplemente no eres un capullo. Tu boca se aferra a la mía y me hundes en la arena, al tiempo que tus caderas arremeten contra mi cuerpo y me siento empotrar con dureza. Tu polla taladra mis carnes y gimoteo al sentirme usada sin remedio. Duele, quema, pero sobre todo me llena de rabia. Tus dedos sujetan mi cuerpo contra el tuyo, y te retiras lo mínimo para poder continuar follándome a placer. Tus ojos me miran sin verme, y los míos al final se cierran, anegados en lágrimas. Y aunque mis manos no dejan de intentar apartarte, me consuelo con la idea de salir lo menor dañada posible.
– Dentro no, por favor…
Sigues resoplando, sigues enterrándote, y sé que ningún caso me has hecho. Te escucho murmurar, pero lo haces contra mi piel y no te entiendo. Aceleras el ritmo, aferrándote aun más a mis nalgas, con mi pequeño cuerpo encogido bajo el tuyo. Me usas… Y aunque no quiero ni pensar en como respondo a tus embestidas, sé que te complace haberme encontrado mojada, haberme empalado con tanta facilidad….
Disfrutas y sufro por ello…
Y en el fondo disfruto y no sé por qué…
Te sobreviene el orgasmo y me siento llenar. Continúas embistiendo, con ferocidad, mientras te descargas. Chapoteas entre tus humedades y las mías, y me contraigo de miedo a la vez que tiemblo, excitada. Tus movimientos siguen dejándome sin aliento, pero ya tu boca ha liberado la mía.
Sí… Miro la arena y te recuerdo, cuando por fin me miraste a los ojos y no te importó si lloraba.
Y mientras el oleaje calma mis nervios, llevándose el malestar de mi cuerpo, te veo levantarte con la polla aun dura y tiesa, empapada, y tenderme la mano para ayudarme a hacer lo mismo.
Noches de cálidos veranos…
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Magela Gracia
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Como siempre, he acudido a tu nueva entrada con deseo y curiosidad. En verdad, me ha encantado volver a sentir aquella dulce, sensual y excitante experiencia de quinceañero en la playa.
Bellisimo!!!!!!!