Dejarse amar por el agua

El agua cae sobre mis cabellos llenos de espuma, con olor a bergamota y almizcle. El olor del sexo, de la mujer en celo. Las puntas resbalan por mi cuello y mi frente, y el vapor del agua caliente acaricia toda mi piel. Los cristales de la mampara se han empañado, y el calor se condensa en el interior del baño como una sauna turca de especies aromáticas.

Mis pechos están relucientes por el agua. Aquí y allí se acumulan montañitas de espuma blanca que se ha resistido a abandonar la calidez de mi cuerpo para bajar por las cañerías. Quieren continuar vistiéndome, quieren seguir acariciando mis muslos, mis glúteos, mis tobillos… Y yo quiero que sigan allí.

Vuelvo a pasarme la esponja por las nalgas, formando más espuma. Vuelvo a recorrer mis piernas con la blancura del jabón. Quiero volver a vestirme de espuma, quiero sentirme amada por las burbujas… Quiero volver a pasarme los dedos resbaladizos por los pliegues de mi sexo mientras el agua chorrea entre mis muslos, y sentir como me sobrevienen las oleadas de placer mientras mis manos se funden con mi entrepierna. Quiero gemir bajo los chorros de mi bañera pensando en ti, quiero desaparecer al gritar entre el vapor del agua ardiente pensando en ti, quiero disolverme en la espuma al correrme… pensando en ti.

Quiero resbalar por el cristal de la mampara hasta la bañera, y sumergirme en el aceite que flota en el agua, respirar las sales y que las burbujas me hagan cosquillas en la nariz mientras me recupero, para volver a abrir las piernas y dejar que el chorro de agua me trabaje un nuevo orgasmo, sin quejarse, sin pedírselo. Solo porque el agua quiere amarme, solo porque el agua quiere follarme.
 
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Magela Gracia

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