¡Qué pena!

¿Ya no me deseas? ¿No quieres volver a retozar desnudo a mi lado, acariciarme la curva de las nalgas en preludio de lo que vendrá? No me digas que no tienes ganas de que me monte sobre ti para besarte, que deje a la vista la generosidad de mis pechos y mis muslos presionen tu pelvis caliente. No puedo creerlo… No puedo y no quiero, no lo acepto. Tan liado no puedes estar para darme largas. ¡Ya ves! Con apartamento cedido para una buena causa, con un dormitorio rojo y cava en la nevera… Hielo que pasarte por ese mis beses adorado cuerpo, prendido de mis labios, una ducha para cuando estemos tan acalorados que el sudor resbale por mi espalda y no te deje aferrarte a mi culo como te gustaría, muy resbaladizo él…

¿Ha pasado otra cosa que yo desconozca que te haya hecho alejarte de mí? Alejarte de mi boca, de mis dedos…  ¿Ya no quieres probar mi lengua ni siquiera a escondidas? ¿Ya no quieres levantarme la falda y descubrir mi pubis rasurado, sin el fino encaje negro de la ropa interior? Deja vagar la yema de tus dedos por mis nalgas, y buscar la humedad de mi entrepierna, para imaginarte penetrándome contra la pared, de espaldas, con la falda levantada y la parte superior desabrochada mostrando mis pechos… Tu pecho contra mi espalda, tu mano aferrada a mi cuello, asfixiándome… Déjame lamer uno de tus dedos mientras me follas, déjame escuchar tus gemidos mientras me penetras con el hambre del desfallecido, con el descaro de amantes que ya no tienen secretos pero sí sorpresas agradables para brindar al otro. Sorpresas calientes, muy picantes…
Follarte otra vez…

Por amor de Dios, que me folles..

Inundarme con tu lengua, inundarme con tu polla.

¡Qué pena!

 
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Magela Gracia

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