Escaparse a la playa

La historia de mi escapada a la playa comienza como empezaría cualquier película mala, de esas que ponen a las tres de la mañana para rellenar el espacio muerto entre la teletienda… y más teletienda:
En la barra de un bar.
¿Qué hacía yo allí? Emborracharme. Día pésimo, semana pésima… Creo que podía decir, también, que el peor mes de mi vida acababa de pasar, tras arrancar la última página de mi calendario de sobremesa de Mafalda. Ella, como no,  me daba consejos… ¿optimistas? No, Mafalda nunca había sido optimista, y no iba a empezar a serlo para mí en mi agendita, donde aparecía marcado en rojo el primer día de mis vacaciones llegando Mayo.
¡Vacaciones!
Había sustituido a la eterna niña de mi mesa por un libro de Maitena, y con el biquini en la maleta me había venido a la playa. Cuatro horas conduciendo el coche, para una semana bebiendo mojitos; sola, en la barra del bar que esa noche aún me aguantaba el tipo. Sonaba bachata de la mala por el hilo musical, y ya de la tontería del alcohol se me movían las caderas sobre el taburete, haciendo tambalear peligrosamente mi culo de un lado a otro. Probablemente el camarero se había gozado muchos golpes en las mismas circunstancias, y ya iba sobre aviso en lo de tener que ir a recogerme del suelo dentro de un rato.
El camarero estaba muy bueno. Uno de esos tíos marcados y definidos a base de pesas, con el pelo rubio por la exposición prolongada al sol. Movía el cuerpo mucho mejor que yo, acompañando el ritmo de la música. Lo imaginé follando con alguna chica en la playa al caer la noche, rodeado de velitas y copas de vino, mientras las olas mojaban la manta del picnic y ellos ni se enteraban.
¡Joder! Tenía que dejar de pensar en sexo, o acabaría dejando una marca muy fea en el tapizado del taburete.
Hacía un par de meses que mi novio y yo habíamos roto. A los conocidos y amigos les dijimos que de mutuo acuerdo, pero mis familiares y los suyos sabían que me había encontrado montando a un corpulento obrero, de esos que nos estaban haciendo la reforma de la casa antes de casarnos. Ahora, borracha… tenía gracia. Pero en aquel momento no lo tuvo. O especificando mejor, después de que pasaran unos minutos… no lo tuvo. Recuerdo sentir su polla completamente excitada dentro de mí, con sus rudas manos haciendo que mis caderas se balancearan sobre su pelvis, mientras yo gemía como una loca, con el coño encharcado y pleno. Me elevaba como si tal cosa sobre su cuerpo, para volver a bajarme y empalarme hasta el fondo, y apretar contra sus huevos mis nalgas duras por el aerobic. De vez en cuando lo miraba a los ojos, para asegurarme que no estaba soñando o fantaseando mientras era mi novio el que me follaba con semejante fuerza, y más me excitaba saber que me estaba haciendo gozar otro. Lo estaba disfrutando una barbaridad, sintiéndome deseada y usada como nunca antes, recorrida por una polla que se había levantado con la visión del insinuante escote que llevaba aquel día, sin necesidad de nada más. Dos palabras, un levantamiento de cejas por mi parte, y su mano apresando un pezón revoltoso que se había vuelto erecto al notarlo a él empalmado… y de pronto estaba contra uno de los muebles aun tapados con las sábanas para protegerlos del polvo. La falda subió y los botones de la blusa saltaron. Las braguitas duraron unos segundos intactas, y luego la tela se deslizó, rota, rodando por las piernas. Me ensartó como solo imaginaba que podían hacerlo los animales salvajes, tomándome por detrás y dejándome acorralada, pero sin ninguna maldita gana de huir. Y así me folló, aferrando mi culo con ambas manos, atrayendo mi cuerpo hacia el suyo, y haciendo que perdiera la vergüenza con cada gemido que se escapaba de mi boca.
La cama había sido la segunda opción… pero llegamos a ella cuando mi culo estaba pringado por su corrida sobre mis nalgas.
Y mientras me restregaba contra su piel dura, y mi clítoris se iba encendiendo cada vez más, entró mi novio.
Recuerdo la postura. Mis manos pellizcando mis pezones, completamente erectos. La manos del obrero torturando mis nalgas, hasta dejarlas marcadas de rojo. Los dos cuerpos sudorosos, calientes y enervados. Su polla rompiéndome el coño, con la misma intensidad de hacía veinte jodidos minutos… Nuestros rostros enrojecidos, y las bocas abiertas, buscando aire.
Igual de abierta se le quedó la boca a mi novio.
Se dio media vuelta, y desde entonces solo había hablado con su abogado.
Y tras la sorpresa inicial, y el shock de saber que mi novio me había pillado follándome a otro, el muy bestia consiguió con su enorme verga que me olvidara, unos minutos más, de lo duras que iban a ser mis semanas posteriores. Cogiéndome en volandas, me empotró contra la cama, y me folló la boca hasta casi asfixiarme, mientras me escupía en el coño, gemía como un poseso, dando fuertes palmadas sobre los pliegues, más que torturados, de mi humedecido coño. Me corrí antes que él, aferrándome a sus caderas y atragantándome con su verga, buscando su leche, hambrienta y obsesionada con el hecho de hacer que al menos mi separación mereciera la pena. Su corrida me inundó la boca y resbaló por mi rostro, imposible de contenerla toda, y la foto que me hizo con su leche manchando los labios y la barbilla me la envió un par de días más tarde, preguntando si repetíamos… Ya que mi ex lo había despedido, no tenía nada que hacer por las tardes.
Tampoco había vuelto a verlo.
Al fin y al cabo, no pensaba que aquel polvo fuera algo más que sexo. Había estado bien, me había hecho disfrutar como pocas veces un hombre, pero yo era lo suficientemente adulta como para entender que pertenecíamos a mundos distintos, y que sin su polla en la boca, o mi coño en la suya… de poco íbamos a tener que hablar. Fue, sin duda, la excusa perfecta para salir de la horrible monotonía en la que me había sumergido, y de la que no esperaba poder escapar. Estaba encorsetada, y me ahogaba, aburrida de mí misma. Un orgasmo no había solucionado mi vida… pero sí era cierto que me había hecho abrir los ojos.
Y no me había gustado ver en lo que me había convertido.
Otro mojito… ¡Cómo no! Después de todo, a éste invitaba el camarero.
Cada vez que lo miraba me lo imaginaba empotrando a una rubia contra la arena de la playa. Los gemidos de ella, las embestidas de él… La ropa aún a medio quitar, la polla dura entrando y saliendo con fuerza de entre sus piernas, y los tobillos de ella enlazados sobre la espalda de mi camarero favorito, empujándolo para que siguiera manteniendo el ritmo.
Me estaba poniendo muy cachonda.
Me costó hacer la maleta para mis vacaciones. No tenía nada apropiado, y al ser un viaje de esos poco planificados, a la aventura, como suele decirse, al final decidí que lo más conveniente era llevarla casi vacía. Siempre había tiendas en las zonas de veraneo. Me apetecía una buena sesión tirando de tarjeta de crédito. Y eso había hecho.
Cuatro tiendas más tarde tenía muy claro que toda aquella ropa no iba a ir a parar al armario de mi casa. Nada de aquellos estampados y tejidos pegaba mucho con mi trabajo y el clima en mi ciudad. Por suerte… los precios eran razonables.
Y allí andaba yo, borracha, moviendo el culo y a punto de pedirme una sexta ronda… cuando entró en el bar el hombre que había hecho que esa noche andara borracha. ¿Mi obrero? No. Mi ex prometido.
Vete a saber por qué caprichos de la vida llegaba este hombre a encontrarse en el mismo lugar de veraneo que yo, cuando lo que quería era escapar de mi antigua vida, olvidar la reforma de la casa y de los caros preparativos de una boda cancelada a toda prisa. Me miró entre complacido y asombrado. Ciertamente pocas veces me había visto beber, y en aquella ocasión ya andaba yo un poco más que bebida. Tampoco es que estuviera acostumbrado a verme con ropa tan vaporosa, por no decir algo transparente. Se acercó a la barra, con un paso firme que no le conocía (o tal vez yo a esas alturas ya empezaba a ver muy, pero que muy mal) y se plantó delante de mí. Giró el taburete con un gesto rápido, y casi pierdo el equilibrio y caigo al suelo. El mojito se derramó entre mi minifalda y sus pantalones cortos, llenándolo todo de las hojitas verdes que le ponían. ¿Cómo coño se llamaban?
          ¡Eres una puta!
Me dejó perpleja.
           Vivan tus huevos por pasar cuatro horas de viaje para decirme eso.
Empecé a reírme a carcajada limpia. No pude contenerme. Era, simplemente, de telenovela tenerlo allí delante, yo con un calentón de narices y él con fuego en los ojos, odiándome a muerte por lo que había hecho. En cierto modo… me daba mucha pena.
          Mi psicólogo me ha dicho que tengo que enfrentarme a ti, que no puedo pasarme los días llorando por lo que vi y por haberte perdido.
Nota mental, mandar la factura de mis vacaciones a su psicólogo. Si mi ex iba a pasarse los días acosándome en los bares, iba a denunciarlo por mala praxis. ¿Acaso así no era como acababan las mujeres maltratadas, acuchilladas por una ex pareja celosa o cabreada? ¿En qué coño andaba pensando su terapeuta?
          Vale. Soy una puta. Lo que hice estuvo mal y siento que tuvieras que verlo. Sé que serás feliz con la nueva vida que empieces sin mí. Yo no habría sido buena para ti.
Las palabras salían torpes de mi boca. No era capaz de enfocar bien su cara, y se me iba la vista por la camiseta ajustada que llevaba. ¿Desde cuándo mi ex lucía pectorales? Su psicólogo debía haberle recomendado también que frecuentara un gimnasio para quitarse el estrés, o para subirse la autoestima.
O lo estaba haciendo para que se me pusieran los dientes largos. ¡El muy cabrito!
          Conmigo nunca follabas así.
Cagada.
          Tú nunca me follabas así.
Nueva nota mental. No mantener conversaciones sobre cómo te folla otro cuando estás borracha y de vacaciones. Y menos con tu ex.
Me llevé la copa a los labios y pegué un trago. Las gotas que habían resbalado por el cristal del vaso llegaron a la mi camiseta, mojando ya de paso algo más mi indumentaria. Hacía calor, y la verdad que no me habría molestado lo más mínimo empezar a echarme hielos por dentro de la ropa. Desde luego, el momento no era el más indicado, ya que me había imaginado follando con el camarero, y no dialogando con mi ex. Pero las cosas nunca salían como una las planeaba. Desde luego, a mí nunca me salían bien.
          Nunca me pediste que te la metiera en la boca.
Resoplé. Aquello era más de lo que podía soportar borracha. En verdad, tampoco lo hubiera podido soportar sobria. Y cuando iba a protestar mi ex me arrebató la copa y terminó de beberse mi mojito.
Y cuando iba a protestar nuevamente, va y me planta el beso más apasionado que me había llegado a dar en su puñetera vida.
Creo que el vaso cayó al suelo. Algo escuché romperse mientras mi ex me agarraba de los pelos, me hacía la cabeza hacia atrás y me obligaba a abrir la boca para acoger su lengua. Juro que no me lo esperaba, pero aunque no me hubiera cogido por sorpresa probablemente tampoco habría protestado. Me gustó sentirlo rudo, excitado y posesivo conmigo. Y, de repente, las velitas del atardecer en la playa de mi camarero se apagaron. Sus rizos rubios ya no se movían con cada embestida.
Ahora el que se movía era mi ex, y no sobre la rubita precisamente.
          No puedo quitarme de la cabeza como estabas follando con ese tío-. Me lo dijo pegado a mi boca, casi luchando por el aire para soltar las palabras-. Y no entiendo por qué nunca lo hicimos de esa forma-. Hizo una pausa, en la que continuó buscando mi lengua, entregándome la suya, y apresando mi cuerpo aun en el taburete-. Salvaje…
Sus manos se apoderaron de mi culo y me presionó contra su cuerpo. Gemí al sentir su erección, llamándome contra la ropa interior de encaje que había estrenado esa misma noche. Yo ya estaba empapada, y olía a sexo desde hacía más de una hora. Que él fuera a ser el que disfrutara del calor y humedad que el otro había provocado… Bueno, ¿acaso importaba?
          Nunca fuiste de follar con la luz encendida-, le comento, algo dolida. Al fin y al cabo nuestra relación había durado seis años, y me cabreaba que al final hubiera sido tan poco satisfactoria para los dos. Creía que él simplemente era así. Me jodía pensar que todo aquello podía haberse solucionado si me hubiera follado al menos una vez la boca-. Parecía que te corrías por compromiso.
Se revolvió entre mis piernas, haciéndome notar lo dura que tenía la polla. Soltó mis labios y se escabulló contra mi oreja, mientras seguía frotándose contra el encaje de las braguitas, más que empapadas.
          Pues ahora te voy a meter la polla por todos los sitios que se me ocurra. Y te vas a tragar mi leche…
Escucharlo hablar así de sucio me hacía perder la cabeza. Mi ex, el correcto ejecutivo de chaqueta siempre planchada y calcetines en la cama… hablando de follarme de semejante modo. Quise hacer algún comentario al respecto, decirle que era un hipócrita y que nos había mantenido a los dos sumidos en un aburrimiento de pareja que me había llevado a ponerle los cuernos con el primer tío que se atrevió a levantarme la falda y a querer comerme el coño, pero estaba bloqueada. El alcohol y el calor de mi entrepierna me tenían hechizada. Sabía que el camarero nos seguía observado desde la distancia, y eso también me gustaba. Pensé en decirle que podía haber sido él… pero mi desfachatez no llegaba a tanto.
          Nunca te he follado el culo…
¡Oh, por favor!
          Nunca me has follado. Lo que nosotros hacíamos no era follar.
Fue entonces él el que gimió contra mi oreja, completamente empalmado. Me tomó de la mano y la puso sobre su bragueta, para que pudiera notarlo.
          Vamos al hotel.
          No. Vamos al baño.
Temía que si dejábamos pasar los minutos se me bajara el calentón y desapareciera la necesidad de entregarme a mi ex. El alcohol tampoco duraría mucho en mi sangre, y no podía asegurar que no estuviera haciendo de las suyas para conseguir que me abriera de piernas para él. Le apreté la polla entre los dedos, y lo miré a los ojos mientras me relamía. No sabía a qué sabría la polla de aquel hombre, tan desconocido y a la vez tan cercano. Pero estaba loca por sentirlo empujar contra mi paladar, y que cumpliera con la promesa de hacerme tragar toda su leche.
Por no comentar algo sobre lo de follarme el culo.
Me estaba replanteando seriamente mi concepto sobre su psicólogo.
          ¿Y qué te dijo exactamente el especialista en la terapia?- Mi mano comenzó a moverse sobre su polla, haciendo que continuara jadeando mientras me miraba y buscaba nuevamente el contacto de sus labios con los míos.
          Que si tenía que llamarte puta te lo llamara-, comenta, con la sonrisa ladeada-. Lo que no me dijo es si debía hacerlo mientras te la metía en la boca. Pero no me parece mala idea hacer las dos cosas.
Se le puso tremendamente dura al imaginarse haciéndolo, y yo me estremecí pensando en cómo lo haría. Escucharlo llamarme así, imaginarme aceptando su verga restregándose contra mis labios, encajonándose entre la lengua y el cielo de la boca, y estallando contra la garganta mientras seguía empujando y aferrándose a mi cabeza… Me hacía perder la cordura. Lo deseaba ya, en aquel baño, contra la pared fría de azulejos blancos, donde el camarero podía escucharnos y echarnos a escobazos si nos encontraba. Lo deseaba así, cachondo hasta decir basta, pervertido como nunca.
Mafalda pensaría que aquello era una locura.
Maitena pensaría que aquello había que aprovecharlo.
Y yo, que estaba un poco hasta los cojones de masturbarme sola en la habitación de hotel, pensando en cómo empezar a follarme a los tíos que me excitaban pero que ni me miraban, creía que por una noche deseaba que mi ex me llamara puta.
Y el baño estaba disponible.
          Me gusta el consejo de tu psicólogo.
          Más te va a gustar cuando te atragantes con ella, puta.
Es lo que tiene ir de ropa de vacaciones y beber mojitos. Esto, en la oficina con traje de chaqueta, seguro que no pasaba. Y me encantaba pensar en que aquella ropa iba a quedar tan maltrecha que no llegaría tampoco a la habitación del hotel.
No pensaba que fuera a valer la pena una boda, pero tal vez las vacaciones no estaban del todo perdidas. Pena de camarero. Estaba segura que aquella noche iba a ser yo a la que se llevara a la playa para ponerme rodeada de velas…

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Magela Gracia

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7 Comments:

  1. Excitante relato, realmente me ha puesto cachondo… Felicidades!!!

     
  2. Un imprevisible relato marca de la casa, una de las características de la escritora.
    Excitante, sin duda.

     
  3. Empieza a ser adictivo. Genial. Gracias

     
  4. Simplemente Genial…..Excelente Magela……….

    Néstor

     
  5. Si es que no hay nada como hacer lo que a uno le gusta…

    Pena de que tu ex no se hubiera unido al polvo proletario…

     
  6. Jajajaj, me ha gustado. Un poco masoquista pero de buen rollo .

     
  7. Un relato muy intenso…. espero seguir disfrutando de tus entradas.
    Besos
    http://recuerdodenoche.blogspot.com.es/2014/01/hambre-de-ti.html?m=1#comments

     

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