Máscara de leche

          Quiero lo mismo…
          Claro, nena. Estoy deseando verlo.

Tu amiga está en el suelo, rodeada de cinco pollas que se acaban de derramar en su cara. El rostro se le desdibuja de tanta leche, tantos colgajos, tanta saliva… Sonríe, exhausta y complacida. Seguro que le tiene que doler la mandíbula después del esfuerzo. Cinco tíos… sin descanso, y solo una boca.

Tú eres el que maneja. Estoy segura de que se te ha puesto dura al escucharme pedir el mismo trato.
Me dijiste que querías que lo viera, y tengo las bragas empapadas. Tú sabías cómo reaccionaría, ya conoces mis anhelos antes incluso de sentirlos palpitar en mi entrepierna. Viciosa… me has llamado viciosa. ¡Y por Dios!, que así me siento, y lo disfruto… Hay tantas cosas que me has enseñado…

Tu amiga te sonríe, y tú se la devuelves. Has conseguido lo que querías de ella; que yo la viera… Calentarme el coño para ti está siendo tremendamente fácil. No sé si cabrearme por ello, u ofrecerte el sabor de mis bajos labios… prendido de mis dedos…

Elegiste los tipos para tu amiga. No lo hiciste muy rápido, pero tampoco dedicaste el tiempo necesario para saber si cumplirían con lo que querías que viera. Después de todo, era una escena para mí, porque me imagino que esa mujer, esto, ya lo habría hecho antes; parecía saber lo que hacía y controlar los tiempos que dedicaba a cada trozo de carne. Ha estado de rodillas todo el rato, rodeada, en el suelo de madera, en esta habitación que me resulta tan incómoda y que a ti parece encantarte. Demasiado pequeña, tal vez, o el color muy agobiante. Puede que solo sean los materiales del empapelado, o los cortinajes, o la música estridente que aunque no suena fuerte retumba en exceso para mí. En definitiva… lo que hace que la experiencia haya merecido la pena no es el tequila que bebo, es la cara de ella embadurnada en semen.

Y sé que quieres hacerme lo mismo…

          Antes, una cosa,- me pides, al oído.- Quiero ahora tus bragas mojadas…

Esa puta necesidad de poseer la prenda en la que he dejado mi olor mientras presenciaba la escena… tu necesidad. Supongo que si no te hubiera dicho que quería hacerlo yo ni te hubieras molestado en pedirlas, porque el premio, al final, no es la simple tela.

          ¿Las quieres ya?- te pregunto, levantándome la falda del vestido y enseñándote el género.
          Por supuesto, nena… Mientras llega el relevo.

El relevo son 5 hombres a medio vestir, con las pollas ya en la mano. Mis machos… Entran ahora por la puerta.

Tu amiga está todavía relamiéndose la leche de la cara, restregando el semen por el cuello, las tetas  y el abdomen. Los hombres a los que se las chupó conversan entre ellos y la ayudan aun con sus lametones sobre la cara, limpiando los restos de la fiesta. El suelo está emborronado, y sus rodillas medio resbalan con los líquidos viscosos en la madera. Los míos se quedan a un lado, tipos a los que hemos visto al entrar en el salón, pero a los que no presté atención ni pienso hacerlo ahora. Sus pollas… esas son las únicas que necesito. Una verga dura tras otra en mi boca, una corrida tras otra en mi cara.

Me bajo las bragas mirándote a la boca y te sonrío mientras haces lo mismo con mis pupilas. El trozo de tela blanco se engancha en un tacón, pero consigo no perder el equilibrio y lo saco sin quedar demasiado torpe a tus ojos. Estiras la mano y yo te entrego mis bragas, procurando que la parte interna te quede a fácil acceso con solo acercar la palma a tu boca y a tu nariz… ¿Qué harás primero, olerla o lamerla?

          Lo mismo para ti- me indicas, satisfecho, sabiendo que te has apuntado un tanto prediciendo que aceptaría el juego. Señalas las vergas que has elegido.
          No, lo mismo no…

Sin bragas, con la falda subida y el culo en pompa, me restriego contra tu bragueta endurecida y te unto el pantalón con el calor de mi coño. No te miro… pero te imagino ahora pasando la lengua sobre el forro de las braguitas y aspirando su aroma. Olor a sexo salvaje, olor de hembra en celo.

          Me tienes que follar mientras me lo hacen- comento, aun sin mirarte.- Sabes que una vez me dijiste que era muy fálica…
          ¡Qué te encanta una polla!
          Y a ti que lo tenga mojado.

Miro a mis machos. Siguen en una esquina, algunos mirando a la tipa en el suelo, otros mirando cómo me restriego contra tu verga.

          Al suelo entonces, guarra. A cuatro patas.

No te hace falta repetirlo dos veces. Mis rodillas tocan el suelo a la vez que lo hacen las tuyas. Imagino una señal de tu mano que los hace acercar, porque en el momento ya están a mi lado, rodeándome. El vestido desaparece al poco sin saber muy bien como ha sido, y me siento sobar las tetas y escupir en la cara antes incluso que tus manos aferrar mi culo para acercar tu polla al ansiado agujero mojado. La primera verga se introduce rápida, sin freno, y se estampa contra el paladar. No es muy grande pero está dura y caliente, y me gusta el olor a sudor que se distingue en la piel que me queda justo delante de la nariz. Sabe salada… y está muy mojada. La ha ensalivado su dueño antes de compartirla conmigo. Bombea a buen ritmo, fuerte, mientras la segunda polla está a su lado, golpeando pausadamente mi cachete.

          ¿Te gusta cómo te folla la boca, guarra?- te escucho preguntar. Tus manos ya me sujetan el culo y de vez en cuando me propinas alguna nalgada. Sé que estás disfrutando de verme recorrer la polla del primero en lanzarse, cómo mis labios se deslizan por el cuerpo compacto moviendo el pellejo hasta descapuchar el capullo totalmente con cada  embestida.

Asiento con la cabeza liberándola un momento. Miro hacia atrás y veo como te brilla la cara ante el espectáculo. No sé si al final me follarás, pero correrte te correrás en mis nalgas, seguro, porque te estás masturbando también a buen ritmo.

          Si, cabrón… me gusta esta polla. Pero quiero las otras.

Un segundo individuo me apresa la barbilla y me mete un par de dedos en la boca, tira de mí para colocarme en posición para tragarme su verga y así lo hago cuando la tengo a tiro. Esta es más grande, y su dueño tiene más ganas de moverse fuertemente contra los carrillos. Me los empuja mientras coloca allí donde me deforma la cara una mano para sentirla a través de mi piel, y me sujeta la cabeza con la otra.

          Trágala bien, guarra- me dices.- Disfrútala.- Y te siento ya jadear un poco a mi espalda, por lo que muevo el culo pidiendo clemencia para mi coño abandonado. Te gusta hacerme sufrir, lo sé, pero necesito sentirte empalarme, acompañar mis movimientos, que me empujes contra sus cuerpos.- Y tú, fóllala fuerte, que le gusta.

Gimo contra la polla y la siento imprimir más velocidad. A los lados ya hay varias esperando, las puedo ver disputarse el siguiente puesto. Me golpeas con la tuya las nalgas, rebota en una mientras que la otra es azotada por la palma de uno de los desconocidos. Los pezones están duros como piedras debajo de las yemas de los dedos que se turnan para castigarlos. Me arde el coño, me palpita el clítoris… pero allí nadie se acerca.

          Chupa varias, que seguro que te las apañas.

Es una orden que no pienso pasar por alto. Me levanto un poco y colocando las manos contra los muslos de los dos donantes me entrego a la noble tarea de lamer varios capullos juntos frente a mi cara. Paso la lengua, presiono con los labios, trago y ensalivo… Saboreo. Me pringo la barbilla de babas, me castigo los labios con cada pasada sobre las carnes duras que se me ofrecen. Una, dos, tres chupadas intensas sobre la cabeza de una y ceso con ella al sentirla gotear. Varios meneos a la otra contra el paladar y ya hay otras dos que al menos piden que mis manos las toqueteen un poco. Cada fila de dedos aferrada a un pollón venoso y duro, la boca ocupada con una tercera que me revienta los labios y me embiste con dedicación.

          Voy a ayudarte…

Me separas las nalgas y tu verga se hunde entre mis labios, recibida con cálida alegría. Mis pliegues se amoldan a tu carne y te siento recorrerme entera hasta tocar fondo, dejando tus huevos contra mis muslos cerrados. Gimo contra la polla que chupo, apretó con fuerza las que masturbo. Me correría pero sé que no me está aun permitido, y que aunque lo intente no me dejarás hacerlo.

          Déjame metértelas yo en la boca- me susurras, inclinándote sobre mi espalda y poniéndote cerca de mi cabeza.- Quiero que las chupes a mi ritmo.
          Ya era hora- te contesto contra una polla.

Tus caderas empujan mi cuerpo y me deslizo por sus vergas, pausadamente primero, luego con más fuerza. Una tras otra se restriegan contra mis labios y mi boca, se masturban a mi lado y me golpean los cachetes mientras la tuya me trabaja la parte baja de mi anatomía. Me recorres desde la entrada hasta el fondo, moviendo tu cadera contra la mía y restregando tu pelvis y tus cojones, gimiendo y animándome a tragar más pollas.

          Venga, sigue… otra.

Se turnan enfebrecidas para follarme la boca, como si el único sitio seguro en aquella sala fuera entre mi paladar y la lengua. Sus gemidos me llenan la cabeza tanto como tus palabras de aliento para que las deje secas.

          Haz que se corran, haz que te bañen.

Veo a tu amiga a un lado, con su corte que vuelve a estar empalmada. Se masturban mientras la putita les da suaves lametones por turnos. Son diez pollas empalmadas en la habitación, a parte la tuya, cada una a un ritmo diferente. Me mareo viendo la perversión de la escena, me mojo más sintiendo que las pollas que chupo está a punto de correrse. Tu mano me aferra el cabello y me levanta la cabeza, disponiendo mi cara para las primeras leches calientes y densas.

          Gózalas, zorra… siéntelas en tu cara.

Me obligo a mirar mientras siento el primer contacto con la frente; el líquido espeso resbala hasta la ceja mientras la segunda descarga me baña los labios. Una tercera se descuelga por la barbilla y ya hay otra polla a mi lado masturbada con saña a punto de correrse. Me empalas con fuerza ahora, moviendo excitado tu verga en mis entrañas concentrándote en conseguir que me corra mientras las siento bañarme. Y el calor sube de mi entrepierna con cada roce experto que me regalas, anunciando el orgasmo. En un momento siento otras dos pollas rozando sus capullos contra mi cara, y como escupen mientras las menean con rapidez. Me llenar la nariz, los párpados, los labios. La leche se escurre por mi boca abierta y me cubre las encías, y la lengua se me embriaga con los diferentes sabores. Tú, a mi espalda, me obligas a mirarte mientras terminas de conducirme por el orgasmo que querías para mí, y sacando tu polla te derramas en mis nalgas gimiendo palabras que no llego a escuchar entre el jadeo de los hombres que me han dibujado la máscara en la cara. Mi pelo aferrado entre tus dedos, mi cara elevada, satisfecha; las corridas torturando el rímel que tan primorosamente adornaba mi rostro.

Leche blanca usada de nuevo maquillaje…

 
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Magela Gracia

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2 Comments:

  1. Acabo de descubrir esta página a través de tu link en TR.
    Puedes estar contenta: este relato ha hecho que me corra pensando en ti.

     
  2. Hoy es la tercera vez que leo este relato,cada vez me ha dado sensaciones distintas, cada vez mejores.
    Gracias por plasmar mis cosas,gracias por plasmar nuestras cosas.

     

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