Mi porteño

Mírame a los ojos y quémate en sus llamas. Estoy prendida de deseo, encelada. Estoy llena y vacía. Liviana. Loca y cuerda… Pero sobre todo… excitada…
Mira como cruzo las piernas. Desea tocarlas; allí quiero tus manos, allí necesito tus dedos, en la unión de los muslos con las nalgas, donde la curva se vuelve deseo y el deseo prende las almas. Observa como el tacón araña la pernera del pantalón de mi compañero. Ese roce te lo brindo, si lo quieres debes venir a buscarlo…
Disfruta del tacto tenue de mi vestido sobre la piel. Tela endiablada que se presta al juego de insinuar sin mostrar, de acariciar sin pedirte que participes, de hacerte doler el corazón si la arruga que asoma desdibuja la figura que tú quieres que perfile. Imagínate vestido cubriendo mi cuerpo, imagínate mano sobre la prenda, aferrada a la altura de las caderas, imagínate ser el que decide cuando dejarla caer al suelo.


Mírame… solo deseo eso.
Y deséame, por supuesto. 
¿Oyes la música? Yo ahora solo escucho latidos. Son tan claros que probablemente sean los míos, pero el anhelo de sentir los tuyos contra mi pecho es demasiado fuerte como para que no me imagine que entre los dos la música que suena es la que ambos producimos. Cadencia de ritmo en el instrumento supremo que apaga la belleza de los que la orquesta maneja mientras mi pierna se funde con otra, mientras otra mano ajusta mi cuerpo y otro rostro se deleita con mi aroma.
Bailemos…
Sé que no temes acercarte. El que ahora me acompaña es para ti mero muñeco de trapo. Si te tuviera junto a mi oído sé que dirías que no me merece, que no me siente, que no se me acopla. Y verdad es, corazón endiablado, que por más que su cuerpo me toque no se estremecen mis pechos al presionarme contra el torso del caballero.
“No te vale, no te llega”.
Lo dices en susurros, lo piensas más con el alma que con el cerebro. Lo sientes… en verdad lo sientes y necesitas que yo haga lo mismo. Quieres que rechace toda experiencia que no sea las que me brindas, quieres que mis escalofríos nacientes desde la cintura tengan un solo dueño. Quieres que cuando me recorra el temblor y me estremezca el deseo siempre sean tus dedos los que presionen las teclas que me enloquezcan.
Y te entiendo. Yo también lo deseo.  
Pertenecerte más por morirme si la distancia no se acorta que por ir atada en corto pegadita a tu vera. Hay cosas que no hace falta imponerlas, y todo lo demás sobra cuando los latidos se unen para formar la melodía perfecta.
Desea tu cara escondida en el hueco de mi cuello, desea tus labios prendidos de la sangre de mis muñecas. Anhela mi cintura unida a tu mano y tu pelvis encelada rozando e insinuando. Anhélame, deseo eso. El guiar de tu cuerpo sobre el mío, la pasión de tus ojos consumiéndome. Tus labios entreabiertos a punto de robarme ese primer beso…

Siénteme arder cuando la música me envuelve, y dibújame con el deseo de tus manos enfebrecidas. Condúceme y llena la estancia con la pasión que ahora rebosa. Sé amante… y no solo en las sombras. Enciende una última vez mi alma y apaga las ascuas cuando la pieza se acabe.

Soñemos…
Acompáñame en el sueño compartido del chocar de los cuerpos, del sudor entremezclado, de la saliva que prueba y da vestido a la piel degustada. Vive enterrado en mi vientre con la humedad que regalas a las zonas que se abren complacidas al recibirte. Muere acurrucado en mi seno, en el hueco que mis dos pechos reserva, brindándote los latidos del corazón que robaste y que no has querido reclamar.
Hazme tuya, no te escondas, sustituye al que la fiera a domar le queda grande. Muerde lo que te pertenece, araña lo que es tuyo, besa lo que reclamas y pretendes. Adora el cuerpo que quiere fundirse con el tuyo hasta desaparecer entre tus brazos, hasta terminar la melodía. Siente mi pasión y envuelve la necesidad de sentirme, una vez más, amada por tus labios perversos y mentirosos.
Ven hacia mí, no te detengas.
Sujeta mi mano, aferra mi cintura. Huele mi pelo y apoya tu mentón sobre mi cabeza. Aspira… siénteme.
Ven hacia mí, enloquece por lo que te ofrezco. Dame la mano y tómame en sueños… Y en vida, hazlo ahora que te la ofrezco…
Junta tu mejilla a mi mejilla. Aprieta mi rostro, que tu piel con la mía sean simplemente una.
Acerca mi cuerpo. Siente las nalgas tensarse justo bajo donde depositaste la mano. Tengo el cuerpo preparado para recibir tu abrazo. Atráeme hacia ti… hazme tuya bajo tu mando. Guíame con tus pasos, que te seguiré sin pensarlo.
Ven… Aferra mi mano, atrae mi cuerpo. Besa mis labios entreabiertos… 
Que quiero bailar contigo… un tango…
 
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Magela Gracia

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6 Comments:

  1. Una preciosidad de texto, un himno al deseo, la voluptuosidad, la carne, el sudor, la sensualidad…al desenfreno.

    Una poesía escrita en la mejor prosa.

     
  2. ¿Lo escribiste por mí? ¿Nos conocemos y me olvidé?

     
  3. Mi paisano G. Lorca, escribió el “Romancero Gitano” Y según mis mayores tuvo un UN GRAN EXITO CON ÉL..Esto que has escrito, merece junto con otros que posiblemente tengas; plasmarlo en una edicción de bolsillo para de vez en cuando echarle una ojeada…
    TONYMORENO31

     
  4. Con una amiga salimos a menudo a bailar, y aunque no es precisamente bandoleón lo que escuchamos, la sensación que nos recorre es identica. El roce de los cuerpos al son de la música es atronador cuando el deseo enciende los instintos más bajos.

     
  5. Lástima que fué sólo una deliciosa ilusión……..

    Néstor

     
  6. Lo vuelvo a leer y pese al tiempo…. tus letras vuelven a erizar mi piel…
    Exitos…………..

     

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