Polla hermana, polla observada ( III )

Si… un puto viernes.
Todavía no conseguía olvidar la cara de mi hermano Víctor cuando me pilló en su cama, con la mano dentro de las bragas y la cara pegada a la mancha que su polla había dejado aquella noche. Su cuerpo, parado bajo el dintel de la puerta, con una toalla a la cintura y el torso desnudo y algo mojado aún…
El cabello revuelto y los ojos abiertos como platos.
Juraría que también la mandíbula desencajada, pero no estoy segura. Enseguida había bajado la mirada, de pura vergüenza que sentía… hasta que llegué a su polla.
Un bulto que empezaba a dejarse notar bajo la toalla blanca. Entendía muy poco de erecciones, pero lo que si podía notar claramente es que aquello que le colgaba a mi hermano entre las piernas estaba tendente a aumentar de tamaño. Y lo estaba haciendo…
La verga de mi hermano se estaba endureciendo mientras me miraba allí, con las piernas separadas y la entrepierna expuesta, mi mano aferrada aún a mis carnes mojadas y la cara separada apenas dos dedos de sus sábanas. El olor de su polla aun me perforaba las fosas nasales, y mis dedos embadurnados en el flujo cremoso se habían quedado enterrados entre los labios menores, sin atreverse a moverse.
Esa enorme polla…
Sentí los ojos de Víctor llegarme desde los tobillos a las ingles, mientras un intenso calor me golpeaba las mejillas. Me quise morir, y dejé caer la frente contra el colchón para esconder la cara.
Pero la polla de Víctor no me dejaba…
        –  ¿Has terminado?- preguntó, recuperando un poco la compostura. Casi habría preferido que me echara la bronca. ¿Qué clase de pregunta era esa, cuando pillabas a tu hermana masturbándose en tu cama con la cara pegada a una de tus corridas?
No pude articular palabra.
Se acercó a mí y me tomó del brazo sacando la mano que escondía en mis bragas. Levantó y observó mis dedos húmedos…  Y hubo un instante, con mi mano extendida frente a su cara, él medio arrodillado y su polla al alcance de mi boca, en que me lo imaginé oliéndome los dedos y observando la textura de los líquidos de mi coño justo antes de probarlos, llevándoselos a la boca. Y creo que él pensó exactamente lo mismo, porque sus ojos desaparecieron un momento bajo los párpados, lo justo para darme a entender que se estaba dominando. Podía ver su erección presionar la toalla en sentido hacia mi cara, casi podía olerla tan bien como olía la sábana. Sentir su lengua envolver mis dedos y sus labios apresarlos para introducirlos más fuerte, mientras que su otra mano apartara la toalla y aferrando mis cabellos guiara mi cabeza hasta su polla tiesa y caliente para acompañar mis movimientos mientras disfrutaba de mi primera mamada…
Si eso se estaba imaginando… yo también lo estaba haciendo.
Mis muslos se frotaron involuntariamente al sentir los latidos atenazando esa zona que tanto placer me daba cuando pensaba en Víctor. ¡Dios! ¡Cómo dolía! Su lengua, allí necesitaba su lengua ahora. ¡Qué me comiera el coño, que me metiera la polla! Dos dedos… tres… toda la mano, me daba igual. Tan salida estaba que creía que caería al suelo si su mano endiablada no me metía al menos un dedo…
Sólo uno… ¡Por favor!
Y él, allí. Esperando…
Su polla igualmente tiesa bajo la toalla…
          Por lo mojados que están yo diría que sí- comenta, desenfadado, soltándome la mano y volviéndose a levantar.
Se me vino el mundo encima. Lo había tenido tan cerca, y ahora lo veía alejarse…
Conseguí incorporarme a duras penas, sentarme en la cama erguida y recomponerme las faldas. Lo miré con el pelo delante de la cara, pero él me daba la espalda.
         – Voy a vestirme… Y para eso me tengo que quedar en bolas…
¿Era un ofrecimiento? Mi corazón se alteró tanto que casi me sentí atragantar con mi propia saliva. Lo vi agarrar la toalla por el lateral donde el borde se entremetía para sujetarla, y sacarla de su sitio. Dándome la espalda, esa grandiosa espalda de nadador que mi hermanito tanto cultivaba, vi como abría la toalla por delante e iniciaba el descenso de la felpa rozando sus nalgas. Casi podía oír el sonido de la piel al dejarse acariciar por la tela. Loca de deseo me vi mientras observaba como bajaba.
        –  ¿No vas a irte?- me preguntó, volviendo la cabeza para mirarme. Pude ver en sus ojos una invitación, pero no estaba segura.
No pude resistir la idea de imaginarme metida allí delante, donde sabía que no había nada, arrodillada entre sus fuertes piernas, para tomar su polla entre mis manos y meterla en mi boca… Así, como tantas veces hacía ahora con el mango del cepillo del pelo, practicando por si llegaba el momento de vérmelas con la verga de Víctor.
        –  Me quedo.
Me sorprendí hasta yo al decirlo. También parece que se sorprendió él al escucharlo. Se envolvió nuevamente en la toalla y se dio la vuelta. Me miró, desafiante. Sus ojos llenos de fuego. No podía creer como me estaba mirando.
         – Fuera, mocosa.
Si… Un puto viernes…
Sola en casa, en mi habitación. Avergonzada y apaleada, rechazada por mi hermano en el momento más excitante de mi vida. Con el coño mojado, en el coche de Víctor de camino al instituto… Con el coño mojado en clase, con el coño mojado almorzando…
Con el coño mojado todo el puto día.
Jodido viernes.
Desesperada por tener un orgasmo, de eso no cabía duda. ¡Y por mis cojones, que no tenía, que iba a destrozarme el coño mientras me masturbaba!
El único material conocido para tal menester se escondía en el disco duro del ordenador de mi hermano. Allí le había visto porno en muchas ocasiones, y hoy lo necesitaba como respirar. Así que a esas horas… las dos de la mañana, enfilé hacia el dormitorio de Víctor y me senté en su silla. Su ordenador tenía clave, pero era tan tonta que enseguida se la había levantado. En eso mi hermanito había sido un poco descuidado. La pantalla se iluminó y mientras yo me despojaba de mis pantalones de franela, horrorosos para el lívido de cualquiera, saltó el mensaje de la contraseña. Temblé un poco al teclearla, ya que me daba siempre miedo de que la hubiera cambiado y tener que buscarme porno en cualquier otro lado… aunque, de todos modos, el recuerdo del culo de Víctor me tenía tan excitada que no creía que fuera a durar mucho para disfrutarlo. Me había agenciado del famoso cepillo. Pensaba chuparlo mientras me pellizcaba el clítoris, visionando alguna película donde la chica se la chupara muy bien al actor.  Fui directamente a la carpeta donde las guardaba, y mientras lo hacía saltó un mensaje al Hotmail, avisando en la barra inferior del escritorio…
Un mensaje de correo de una tal Verónica.
Mi mano no me obedeció cuando le dije que no lo abriera. Mi mente no quería saber lo que la tal Verónica tenía que decirle a Víctor a esas horas de la madrugada. Al clickar sobre él ya sabía que me arrepentiría… pero lo necesitaba. Tal vez esa tipa pudiera descifrarme algo de mi hermano que podría hacerme falta. Pero lo que vi no me lo esperaba…
El mensaje rezaba con La siguiente frase: Para que no olvides esta noche.
Estaba enviado desde un dispositivo móvil, y contenía un video. Lo habían llamado, Mamada a Víctor.
Temblé.
Allí, en ese video, estaba la tan ansiada polla de mi hermano, introducida en la boca de una guarra en vete a saber qué sitio. Su polla, la boca ajena. Sus jadeos, su leche espesa… La saliva de la puta mezclada con la piel endurecida…
Una mamada… Una mamada con una boca que no era la mía.
Respiré hondo y cargué el vídeo. Tardó un poco, no parecía corto. Mi corazón pareció detenerse cuando la pantalla se quedó en negro, y me dispuse, olvidando todo mi planteamiento inicial, mi coño, mi cepillo, mis dedos y mi lengua. Solo había ojos para la pantalla, y mis dedos se aferraban a la mesa como si pudieran arrancarle un pedazo de madera.
Y allí apareció ella… Rubia, con cola alta, maquillaje bastante corrido, sudada… La visión de la tal Verónica era la de la típica tía a la que se estaban follando, que estaba disfrutando como una loca. Y borracha…
         – Quiero terminar en tu boca, zorra…
La voz de mi hermano Víctor.
El escenario, su coche; los asientos delanteros por lo que se veía. Él grababa con el móvil de ella, imagino, porque el de mi hermano se veía en plano en el sillón a un lado. Cristales empañados…
Jadeo de ambos.
Desnudos.
Ella asiente con esa cara de tonta borracha que tiene y se  la ve arrodillarse más si cabe en el asiento que normalmente yo ocupo al ir al instituto. Ese que temí mojar esa mañana tras el bochornoso espectáculo en el dormitorio de mi hermano. Se acerca su cara al plano, se ven los dedos de mi hermano entrar en su boca y hacer como si se la estuviera follando con la polla. La asfixia, le tira de los labios, le saca las babas y le corre más si se puede el lápiz labial. Ella se deja hacer, con cara de lujuriosa. Sonríe cuando su mano le golpea la mejilla, cuando le restriega las babas por la cara, cuando le da una tela y se la aprieta contra los dientes, forzándola a engullir parte del trapo.
Y allí, en segundo plano… aparece.
Su polla.
Se me cortó el aliento. Se me cortó todo el cuerpo.
Grande, rosada, gorda como no lo había imaginado nunca. No podía distinguir si larga, pero gorda lo era un rato. Un capullo bien formado, mojado y brillante, se perfilaba ahora cerca de la cara de la tipa, con alguna gota saliendo de la punta de la uretra. Venosa, fuerte, dura. La polla de Víctor era una maravilla…
La imaginé caliente entre mis dedos, pensé en morderla  y rozarla con la lengua, me vi cerrando los labios alrededor de su capullo y estrangulándola en ese punto. Chuparla como un caramelo, o como quiera que se chupara una polla como esa. Aunque, debido a su grosor, creí que no me resultaría nada fácil hacerlo.
Me había vuelto a mojar las bragas…
        –  Chupa, zorra. Chupa hasta que me corra.
Más mojada… latidos, temblores en mis piernas. Mi hermano Víctor hablando en ese tono de desenfreno total, voz ronca por el deseo… o el vicio. Su voz era diferente, su actitud mucho más morbosa de lo que hubiera imaginado. Ver su mano agarrar la polla y golpearle a la chica con ella en la cara fue tan estremecedor que me vi haciendo lo mismo con el cepillo, recibiendo el impacto en mis labios y en mis mejillas. Y me gustó imaginarme siendo golpeada de esa forma tan íntima. Preciosa imagen.
Se la metió a la fuerza en la boca. Bombeó con rabia contra sus carrillos, contra el paladar y la garganta. Le agarraba de los pelos y la obligaba a mirarlo, tirando de su cabeza hacia atrás mientras la perforaba con la polla. Una vez, y otra, y otra más. Fuerte, duro… hasta el puto fondo de la garganta llegaba. Arcadas en el rostro de la chica, y gemidos de él para acompañar las embestidas. Jadeos,  jadeos desenfrenados, y el sonido de su polla entrando y saliendo de una boca cargada de saliva.
Magnífica estampa.
Yo llevaba rato chupando el mango del cepillo…
Se acelera la respiración, el destrozarle la boca a la chica se hace más intenso. Jadeos más fuertes, más movimiento en la cámara que graba. Mi hermano se va a correr…
         –  No te la tragues, puta. Échala  aquí…
 
Otra vez la tela en escena, la que le había metido en la boca antes. Mi hermano imprime mucho más ritmo a sus caderas, presiona con rabia, se la folla a conciencia. Ella cierra los ojos, casi llora de la fuerza y puede que de algo de náuseas. Y se corre Víctor entre estertores y gritos, y mi cabeza se llena del retumbar de su orgasmo.
Me atraganté con el cepillo…
Sale la polla roja de su boca, y la mano de mi hermano le lleva la tela a los labios de la puta de Verónica. Borracha, mira contenta de haber conseguido retener toda su leche entre el paladar y la lengua, y escupe sinuosamente la corrida blanca y pastosa. La tela la recoge, la mano la sujeta, y la limpia toda de su boca babosa.
Sube la imagen hasta estar la cámara por encima de la polla, con la tela en las manos, desaparece Verónica. Yo acabo de escupir en un clínex que por allí tenía mi hermano, y mientras lo hago miro como mi hermano enfoca bien la tela.
La reconocí al instante.
Eran unas braguitas de mi cajón de lencería…
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