Sacrificios

“Sí, putilla. Sigue moviéndote así… Sigue haciendo maravillas en mi polla. Lame, zorrita. Que se note que tienes ganas…”
Poco importa si los gemidos que levantan mi verga son fingidos. Poco importa si tu mirada de deseo no es tal, y si la humedad de tu entrepierna es provocada por algún lubricante que antes te has colocado. Al fin y al cabo lo único que te importa es la pasta… ¿verdad?
Mujer guapa, pero desgraciada. Tres hijos pequeños. Un trabajo agotador, mal pagado, asfixiante.
Quieres seguridad, necesitas un padre para tus retoños frágiles, quieres alguien que ocupe tu cama… y te arrope por las noches. Quieres sentirte protegida.
Y yo me muero por metértela en la boca.
Y ya puestos, en el culo…
“Sí, putilla. Chupa. Lo haces de maravilla. Cúrratelo, si quieres que te dé cobijo en mi casa, acomode a tus hijos y les dé mi apellido. Haz que el gasto que estoy pensando hacer merezca la pena.”
Total… Si me gasto a la semana una fortuna en sexo, puede que tener a la puta en casa no sea mala opción, después de todo. Convertir a la camarera casi analfabeta en una señora bastante respetable seguramente me resultaría entretenido. Vestirte sin ropa de saldo, para luego desgarrar las blusas al llegar a la cama. Subirte sobre buenos zapatos de tacón, para separar tus piernas y perforarte por detrás mientras finges que te gusta cada embestida de mi polla tiesa. Maquillarte para desdibujar tu rostro con mi leche caliente al mancillarte con mi corrida, donde me plazca. Hacerte mía.
Follarte.
Usarte.
Humillarte.
“Aguanta en el fondo, putilla. Sí… sí… ¡Cojones, cómo me gusta clavarme en tu garganta! Sentir tus arcadas, ver tus lágrimas resbalar por tus mejillas. Esa piel que mojas, colorada por los bofetones que hace un momento te he propinado.”
– Disfrútalo, zorra. Sé que te gusta.
Y tanto que te gusta. Eres una camarera con alma de puta. Eres una leona que mataría por defender su camada. Y a falta de otras armas, bueno es tu coño abierto, ofrecido sobre mi cama, mojado por vete a saber qué motivo. Caliente, mil veces usado, mil veces derramada mi lefa contra tus paredes, mil veces puesta de pie para deleitarme con la visión de la corrida resbalando por el interior de tus muslos.
Hasta tus benditos pies.
“Voy a correrme, putilla. Sé que no hace falta que te avise, porque igual lo haré donde me plazca. Te inundaré con mi simiente enterrándome en tus carnes, ya sea tu boca, tu culo o tu humedecido coño. Poco importa donde te lo haga, puesto que sé que lo único que estás deseando es que termine de follarte. Tienes la garganta seca de tanto gemido. Agradecerás que por fin te regale la bebida que liberará la boca de mi verga dura.”
Y quiero hacerlo aquí, entre tus labios, viéndote llorar, como si fueras una muñequita lastimada. ¿Te ha dolido que no me importe lo más mínimo si disfrutas? ¿Te ha sentado mal que te haya agarrado por la nuca y empotrado mi verga hasta que ya no podías respirar? ¿Te has sentido ultrajada cuando me he anclado a tu cabeza, y aferrado a tus cabellos, y he bombeado con fuerza, loco por verte suplicar que parara?
¿No?
Pues entonces seguiré un poquito más… putilla.
– Hoy voy a tardar en correrme, zorra. Y mira que te la tragas de miedo…
Veo resignación en tus ojos, pero de improviso, tal y como apareció… desaparece. No te puedes permitir el lujo de hacerme ver que no te gusta que te use. Por supuesto… estás gozando como nunca mi polla empotrada contra tu paladar, dura como un garrote, destrozando tu orgullo con cada acometida. Te jode que disfrute, que jadee y te insulte, que mi cuerpo se convulsione contra tu cabeza.
– Joder, nena. Sigue así, vas a matarme de gusto.
“Siempre lo haces. Metódicamente, extraes toda mi leche cuando ya no aguanto más. Me reviento contra ti, exploto y te dejo sin aire… una vez más. Entonces separas los labios, y me regalas la visión de la lefa derramándose por la comisura de tu boca, manchando tus tetas caídas, llegando al suelo donde tus pies han tratado de mantenerte en equilibrio. Pero hoy… hoy quiero algo distinto.”
Te agarro por los pelos y te llevo casi arrastras, con la polla reventando tu boca. Apoyo tu espalda contra la pared, y mis piernas te aprisionan sin delicadeza maldita. Te mantengo contra mi pelvis, con la verga a punto de estallar… Pero quiero que casi supliques. Quiero ver el puto terror en tus ojos, como si en verdad pudieras acabar muerta esta noche.
– Te la tragarás, putilla. Quiero alimentarte con mi leche.
“Sé que no te gusta, pero me importa una mierda. Vas a hacer lo que te diga, porque sabes que necesitas meterte en mi casa, en mi vida, y quizás, engañándonos los dos, en mi corazón. Vas a aguantarme como amante, porque me quieres como esposo. Vas a tragarte mi leche, porque quieres que lleve por las mañanas a tus hijos al colegio, te tenga llena la despensa y te saque de tener que mendigar propinas.”
¿A cuántos tíos se la habrás comido buscando lo mismo? Una mesa a la que poder volver por las noches, donde se sirva carne fresca. Un televisor frente a un sofá donde poder disfrutar del reality de moda, mientras los niños hacen los deberes, y tu maridito te separa las piernas para meter los dedos en tu coño, te arranca las bragas y, de paso… algún orgasmo.
“¿Quieres correrte conmigo? Ilusa. Mucho me tienes que enamorar para que meta la lengua ahí, para lamerte ese coño que tantas veces te habrán escupido. Vas a tener que pajearte tú mientras te rompo el culo a pollazos, porque mis dedos no van a perder el tiempo en arrancarte gemidos sinceros. De todos modos… ya me haces creer que lo disfrutas, así que no veo el motivo para hacer el esfuerzo.”
– Me corro, puta ¡Me corro!
En el preciso instante que siento que ya no puedo retrasarlo más te reviento la boca con la verga, como un conejo embisto contra tu cara, sabiendo que es imposible que te escapes, y que estás a punto de perder el conocimiento. Bombeo como si me fuera la vida en ello, y te miro a los ojos cuando por fin en ellos veo una súplica débil, antes de que se pongan casi en blanco y tus labios se relajen un tanto. Y me derramo contra tu paladar, llegándote al fondo, escuchando tus estertores en un patético intento de gemir y respirar, y tragar como te he dicho que hagas. Yo gimo como un poseso, sabiendo que puedo hacer contigo lo que me salga de los cojones… Y que te tragarás, a partir de ahora, todo lo que salga, precisamente, de mis cojones.
Te derrumbas, cierras los ojos y yo me aparto. Tu cuerpo cae al suelo, pero de tu boca no se escapa ni una sola gota de mi corrida. Buena chica.
Y aún respiras…
Puede que algún día lleve al colegio a tus puñeteros hijos, te calce sobre zapatos caros, y te rompa el culo contra el colchón, mientras finges que te gusta… y yo finjo que me importas…

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Magela Gracia

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3 Comments:

  1. Seguiré tu camino en este tu espacio. Me ha parecido hermoso y cruel a un tiempo el relato. Has vuelto con un texto bastante potente, enhorabuena. Antes de despedirme se me quedó en el tintero una cosa que termines por favor lo que dejamos a medias. P.

     
  2. No dejan de sorpenderme tus relatos… Me atraen, Me encantan.
    No dejes de escribir.

     
  3. Desgarrador y excitante, me ha encantado

     

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