Sexo para hacer el trabajo… más llevadero

-¿De verdad piensas desperdiciar esto?

Me quedo muda. Mis ojos no consiguen apartarse de la visión que se les ofrece. Imposible…
De pie, recortada la silueta de mi compañero de trabajo bajo el dintel de la puerta, desde el baño hasta el dormitorio que compartimos en las guardias, vislumbro su cuerpo desnudo. Un cuerpo atlético, blanco por la falta de tiempo para ir a la playa, y muy, muy, muy excitado. Su verga, montada hacia la izquierda, casi me apunta como señalándome como su elegida. La luz del baño está encendida. La del dormitorio, apagada. Sus brazo se apoyan a los lados de la entrada y se inclina un poco hacia delante. Creo ver una sonrisa en sus labios, un aire socarrón y lascivo que me deja muy caliente. Y sus palabras recorren mi cuerpo como descargas eléctricas.

Él, médico cubano. Yo, enfermera canaria. Puesto de guardia en un centro de salud, donde trabajamos esa noche seis personas. Yo soy la única mujer, por lo que al repartirnos las camas, en las habitaciones dobles, me quedo con el compañero con el que tengo más confianza y afinidad… Craso error…

-¿Estás loco?- le digo. Estoy sentada en la cama, me había quitado la casaca del uniforme y me había quedado con la camiseta interior, de lycra, ajustada a la piel por el sudor de una guardia dura hasta el momento del relevo. Llevo los pies desnudos, y los estaba masajeando con algo de crema en el momento del sobresalto.- Como entre el celador y te vea así me vas a meter en un buen lío…

-Relájate. Tenemos tres horas hasta que volvamos a estar de guardia. ¿De verdad que no quieres probarla?

Y por Dios que si quiero… Pero el miedo a ser descubiertos en el trabajo me aterra… y me pone tan cachonda que tiene que verse en mi rostro, ya que avanza sin importarle que no haya asentido y me coloca su polla a escasos centímetros de la cara.

-Está rica, ¿verdad?- me dice. Nunca me acostumbraré a ese acento, a esas expresiones… Y nunca había visto un miembro tan grande. Ese enorme falo completamente duro, llegándome su calor aun cuando no me ha tocado aun, me tenía completamente hipnotizada.

-Mario… Estoy casada…- se lo digo casi gimiendo, mordiéndome el labio inferior al terminar las palabras para no cometer la locura de morder el glande rosado que me están ofreciendo. Me siento completamente empapada, siento latidos tan fuertes en el coño que creo que podrían haber sido perceptibles por el oído experto de mi compañero. “Si, señorita… diagnóstico, estás completamente cachonda. Y estoy seguro de saber como curarte la calentura…”

 -No se va a enterar. No haremos ruido. Sofocaré tus gemidos con mi polla en tu boca. No dejaré que te delates…
Al decirlo me acaricia los labios, introduce los dedos en mi boca y juega con mi lengua, mojándolos bien. La presiona hacia abajo, la levanta, la acaricia… Dos dedos, luego tres, y luego la mano entera.

-¿Ves como te cabe?- me dice, sacando los dedos y untando su polla con esos mismos dedos empapados en mi saliva, dejándola suave y perfecta para que me entre sin miramientos.- No tengas miedo del tamaño, no dejaré que mueras ahogada.

Me acaricia el pómulo izquierdo con la mano, y al derecho de concede el honor de recibir un golpe con su magnífica verga, cuan vara de acero acabado de templar. Una, y otra, y otra vez… Golpes rápidos, sacudidas que me hacen estremecer. Me tiene agarrada por el cuello un instante antes de presionar su cabeza contra mis labios entreabiertos, y siento sin poder evitarlo como llega hasta el fondo en un movimiento seco y preciso. Toda su enorme polla en mi boca, nunca creí que pudiera albergar tal cantidad de carne en su interior. Carne ardiente, salada, con sabor a sexo prohibido…

Me derrito y me abandono al instante. Le dejo hacer. Dejo que la saque y la vuelva a meter, le dejo que me guíe en sus gustos, a su ritmo, con la presión que quiere porque no me suelta la cabeza, ahora aferrando mis cabellos con ambas manos. Aumentando la velocidad, gimiendo como loco al pie de mi cama, con las nalgas perfectas fuertemente apretadas para empujar con más fuerza. Y me aferro a sus caderas. Agarro su culo y acompaño el movimiento. Restriego mi coño sobre las sábanas de la cama, sabiendo que de un momento a otro voy a dejar hecho una porquería el pantalón del uniforme.

-Así, puta. Disfruta. Trágatela toda. Seguro que tu marido no te llena la boca como ésta. Sigue. Cómetela. Y córrete.

Y como promete, los gemidos de mi orgasmo los apaga ese enorme trozo de carne, y mientras estoy intentando controlar todavía los espasmos de mi corrida su leche me llena la boca y resbala por mi garganta mientras sus gritos sí resuenan en la habitación de forma completamente escandalosa. Me atraganto, pero entierra su verga aun más durante unos segundos hasta que suelta mi cabeza y cae de rodillas frente a mí, apoyando la cabeza entre mis muslos.

-Hueles a sexo, puta. Te corriste bien… Te dije que te gustaría…

 
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Magela Gracia

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3 Comments:

  1. ¡Uf! Tremendo. Me encanta cómo has usado aquí el lenguaje sucio. Realmente me hiciste vibrar..

     
  2. Mageeeeeeeeeela, luego de leer este relato no me pude dormir. Desde que te conozco padezco insomnio!
    Querida, eres una Maestra en el arte de calentar.
    La motivación es la fuente de nuestras capacidades.

     
  3. Me ha encantado. Es un erotismo literario, agradable de leer, natural…fluye… se siente..creo que a un lector o lectora novel, le excitarà. Eres muy buena. Te felicito.

     

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