Tras la Pared

Cuando empecé a escribir relatos eróticos me di cuenta de que tanto los hombres como las mujeres solían tener una fantasía bastante recurrente. El vecino o vecina voyeur.

Es verdad que a los hombres les gusta más mirar, y también que a las mujeres les excita más sentirse observadas. Pero en esto del sexo no hay nada establecido, y cada cual tiene en sus fantasías la clave para hacer que su cuerpo arda sin remedio ante una imagen, una palabra, un simple sonido.

Durante un tiempo tuve un grupo de fotografía erótica (y pornográfica, para qué nos vamos a engañar a estas alturas), en el que puse de cabecera una foto de una mujer desnuda descorriendo un visillo de su ventana. En la calle, un hombre la observaba al pasar. Me encantaba esa imagen, y suelo repetirla en la ventana de mi casa con bastante frecuencia, pero por norma general mi calle apenas si está transitada. Algún día me tengo que sacar una foto así…

A nadie se le escapa que soy bastante exhibicionista. Por lo tanto, me gustan los hombres voyeur. Y he escrito muchos relatos en los que la mujer se muestra y disfruta siendo observada. Recuerdo uno muy cortito que se titula La vecinita de las bragas blancas, y creo que fue el primer relato que escribí sobre el tema.

Pero, en TRAS LA PARED, además de hablar de un voyeur hablo del arte de seducir hasta casi rozar el acoso. Y de lo intensa que puede llegar a ser una mirada desde detrás de una ventana, una palabra escuchada desde el otro lado de una pared, o la imaginación de dos personas cuando desean follarse en los cuerpos de otras parejas sexuales.

Que hubo una época en la que me imaginaba, cada vez que tenía sexo, que tenía entre las piernas a Matthew McConaughey, y no me da vergüenza confesarlo. Que seguro que más de una vez me la han metido imaginando que se lo montaban con Angelina Jolie y yo no me he quejado nunca…

Aunque supongo que la cuestión está en por qué se hace, y si lo dices…

En TRAS LA PARED, el voyeur encuentra la horma de su zapato en la exhibicionista, y puede jugar con ella a cumplir sus fantasías. Al final, las cosas más insospechadas son las que pueden hacer que se despierte el apetito sexual, y no poder poseer a alguien en cuerpo no quiere decir que no se pueda fantasear con esa persona… Y hacer que te desee.

¿Acaso nunca deseaste que se abriera la puerta del ascensor en el piso donde vivía esa persona… y deseaste encontrarte con ella a solas en el interior del habitáculo? No diré que me pasa ahora, ya que mis vecinos saben quién soy y no es plan de que me retiren el saludo porque empiecen a pensar que siempre ando pensando en lo mismo. Menos mal que ahora no hay ascensor en donde vivo.

Los ascensores tienen muy mala fama…

Y las paredes de las nuevas construcciones de pisos, cada vez más delgadas, hacen que se pueda escuchar todo si estás gimiendo justo contra el cabecero de la cama.

“Fóllame tan fuerte… que se entere el vecino de lo que hacemos…”

Somos malas a veces.

Sois malos a veces…

Somos morbosos… siempre.

 
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Magela

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