Su cuerpo se balanceó levemente hacia tras, y sus pies dejaron de sostenerle. Las doradas espigas le rozaron las mejillas, depositando entre su pelo los tesoros que escondían en su seno. Era una caída infinita, y sin embargo, no duró más que unos insignificantes segundos. Lo difícil llegaría después de que su cuerpo descansara en el suelo… La espera. Las …