En vez de estar arropadita en la cama, me había dado por querer pasar la noche en urgencias. Demasiado excitante para pedirle que parara… aunque sabía que debía hacerlo. Sentada a los pies de la camilla, con las piernas colgando por la altura, trataba de contener la respiración. Y él, con voz aterciopelada y exigente, me pedía que me relajara …