La verdadera pasión e intimidad no se demuestra mientras tienes las piernas separadas, entregando tu vientre a la verga que él aferra entre los dedos. La verdadera complicidad no se plasma en dos bocas entrelazando lenguas, mordiendo labios, explorando paladares ávidos de carne compacta. La verdadera plenitud de la pareja no se destila de los dedos entrelazados entre embestida y …