Me permito iniciar este diario a estas horas tan malas de la noche –ya madrugada- porque realmente es el único momento de paz que he tenido en todo el día.
Ha sido un día muy raro.
Ha llegado por fin Víctor, con casi una semana de retraso. De primeras sus padres y los míos habían acordado que debía llegar el domingo pasado pero al parecer le ha costado más de la cuenta hacer toda la mudanza para trasladarse a vivir aquí.
De pronto es como si tuviera un hermano adoptivo.
Mi madre llevaba varias semanas transformando el cuarto de la plancha en un dormitorio lo suficientemente decente para un adolescente universitario. No disponemos de demasiado dinero pero los padres de Víctor han colaborado para que todo estuviera preparado para su larga etapa universitaria.
Porque todo el mundo dice que va a ser muy larga…
Arquitectura, nada menos.
Ya veremos en cuántos años termina la maldita y aburrida carrera.
Laura no ha podido acompañarlo en esta ocasión. Está veraneando con sus abuelos y según me contó se lo está pasando en grande. Había conocido a gente muy maja –y me imagino que cuando me dice gente me quiere decir chicos, pero no podrá decirme eso por teléfono estando sus abuelos delante-. Así que los padres de Víctor lo han dejado aquí instalado y se han marchado hace un par de horas, después de la cena, con lágrimas en los ojos y muchos consejos aún sin dar.
Y Víctor se ha desplomado en la cama que mi madre le había hecho esta misma mañana con mi ayuda, creo que también llorando.
Es apenas un niño grande que de pronto ha de vivir en la casa de unos desconocidos, por muy amigos de toda la vida que hayan sido sus padres y los míos.
Le he dicho que mi habitación queda justo al lado de la suya y me ha mirado como me mira siempre que le dirijo la palabra desde que lo conozco: como si le hablara una niña pequeña.
Pero ya no soy tan pequeña…
No sé exactamente la edad que tiene pero se las da de muy mayor.
Hubiera preferido que fuera Laura la que se viniera a vivir a casa con nosotros.
No me gusta Víctor… pero no puedo decírselo a nadie.
Guiño de ojo.