Y aquí ando, con el sueño pegado a los ojos, los cabellos revueltos y la boca áspera por tu recuerdo. Prefiero desayunar de tus labios a pronunciar las palabras de despedida que tan mal me sientan al paladar. Prefiero que me despierten tus ojos clavados en los míos a una buena taza de café. El color negro del brebaje se queda anodino si lo comparo con el de tu pelo por las mañanas.
Hay cosas que me despiertan el alma… y otras que incitan a que tenga nuevamente ganas de cerrar los ojos, para dormir hasta que vuelvas.
Hoy es día de chocolate para endulzarme la lengua, ya que no está tu piel para lamerla…