Mi mano suelta otro botón…
Y los ojos se deslizan de mis ojos a mi cuello, de mi cuello a la tela de la blusa, y allí pierden todas sus buenas intenciones. Porque los ojos no son santos, y tu mente lo es menos.
Allí, donde la tela se transparenta pero no tanto como añoras, tus deseos se pelean por el rumbo que deben tomar ahora. Porque más abajo hay otro botón que podría soltarse, pero a un lado distingues un pezón erizado que disfruta de tus atenciones.
Te muerdes un labio, indeciso. Tus dedos tiemblan.
Yo sonrío… perversa.
Y vuelvo a llevarme la mano a otro botón…