Gime… que te observo.

Gime. Se revuelve en la cama y sigue gimiendo. Me atrevo a pensar que son mis manos las que la tienen en ese estado, aunque supongo que entre tantos vecinos soy el único en el que no ha reparado. Gime y la boca se abre para exhalar un suspiro, y sus dientes blancos se perfilan a la vez que se contrae su rostro. Es joven, sus cabellos no han conocido el tinte por suerte, y su piel huele a almizcle y a pecado.

Conozco el nombre que tuvieron a bien ponerle sus padres, hace ya unos veinte deliciosos años, pero a mí me gusta más llamarla María.

Ahora imagino que huele a sexo, que su sudor es más salado que su entrepierna, y que sus labios tiemblan porque mis dedos se escabulleron entre sus sábanas para darle el placer que tantas veces he soñado. Su pelo es una maraña informe alrededor de su cabeza, enredado por los continuos movimientos sobre la almohada manchada del carmín y rímel que nunca retira antes de dejarse seducir por la cama.

¡Tantas veces soñé con aferrar sus cabellos para guiar esa cabeza hasta mis labios…!

La observo gemir, dormida, y la deseo tanto…

Pero la puta llamada de teléfono turba su sueño. Sus manos se agitan, su cuerpo se despereza con brusquedad y los ojos se abren, asustada, sin entender lo que ocurre, mientras la mente aleja las imágenes que la mantenía atrapada.

Traga saliva, buscando la humedad que los jadeos han arrancado de su garganta.

La veo acudir en pos del teléfono. Desnuda se recorta su silueta mientras avanza por la alcoba, descalza, de puntillas. El cuerpo sinuoso y cetrino llega hasta su bolso, colgado en un perchero en el que no había reparado, y tras mirar la pantalla rechaza la llamada. La escucho maldecir por lo bajo, y arroja el móvil contra el sillón que, frente a su cama, tantas veces he ocupado mientras me permito la licencia de mirarla.

María vuelve como una gata a la cama.

Y yo vuelvo a recrearme en el momento en el que separa las piernas, esconde su mano, y busca el placer para retomar el sueño que de tantos problemas consiguen alejarla.

 

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Magela Gracia

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