Polla hermana, polla amiga ( I )

Estaba hasta las narices de que mis amigas me preguntaran de qué tamaño tenía la polla mi hermano. Y sus huevos… ¿Eran redondos y duros, le colgaban mucho, se depilaba?
 
      – ¿Y yo qué sé?-, les contestaba-. Nunca le he mirado la polla a mi hermano. No te digo ya los huevos…
 
Por descartado, ellas no podían creerme; y yo no les daba más explicaciones, por supuesto. Que no me hubiera fijado nunca en el tamaño de la polla de mi hermano, que al parecer era la sensación del instituto, tenía que ser pecado como mínimo. Pero es que para ese entonces me parecía raro que me comentaran algo de él, ya que era suficientemente mayor como para que nunca nos mirara como a las mujeres que nos estábamos convirtiendo… mujeres que se morían por poner los labios sobre su tremenda polla, comerla hasta hacerlo correr, probar su leche espesa…
 
¡Por el amor de Dios, que era mi hermano! Tampoco me había fijado en la verga de los otros chicos. Mojigata, sí… Pero, sobre todo, resignada… Me faltaban, seguramente, muchos años antes de conseguir probar una tirando a normalita, no digamos una de las características que le atribuían mis amigas a la de Víctor. Resignada, sí, y realista.
 
Una normalita, para empezar…
 
No soy de las chicas guapas, ni siquiera se puede decir que sea resultona. Normal, sí… y tirando a tonta. Eso sí que me describe bien, una tremenda cortada. La niña tonta que se pone colorada cuando un tío le mira las tetas.  Todo lo contrario que mi hermano, el maravilloso Víctor, terminando Arquitectura después de tantos años. Yo tengo 16, él me saca diez, aunque parecen muchos más por el porte que tiene. ¿Qué si me he fijado? ¡Joder, como no hacerlo, si parece un puto modelo! La naturaleza de mí se olvidó, pero a él le cogió cariño desde el principio. Claro que al inicio ni me fijaba; no se me iban los ojos ni a su paquete ni a su culo… pero tantas veces me lo ponían delante mis compañeras y amigas con sus ojos lascivos… que acabé cayendo.  Acabé mirándolo, como lo veían ellas.
 
Y ellas lo miraban mucho…
 
Y lo deseaban más.
 
Sabía que se masturbaban pensando en Víctor, sabía que se lo follarían si tuvieran la más mínima oportunidad. Estaban salidas, y mi hermano, además de estar muy, pero que muy bueno, era un buen partido. Y era mayor, ya con eso supongo que les bastaba. También lo de que tuviera coche ayudaba, ya que se veían las muy cerdas follándoselo en el asiento delantero, sacando la cabeza por la ventanilla del pasajero y ofreciéndole el culo mientras él las ensartaba con fuerza desde en otro lado,  agarrado a sus caderas.
 
Yo también lo hacía. Al final, había acabado pecando.
 
Me lo imaginaba montándomelo con él en su puñetero coche, donde tantas veces me sentaba para que me llevara al instituto antes de que él se fuera a sus clases. Más de una vez temí dejar la marca de mi coño mojado en la tapicería del asiento, ya que la falda del uniforme no la llevaba precisamente larga… Algo había que potenciar de mi físico, aunque fuera vistiendo como el resto de mis amigas. Sí, como una puta. Allí sentada, viéndolo cambiar las marchas, mientras hablaba con sus amigas por el manos libres, me imaginaba empalada por su nabo a un ritmo frenético, como había visto en algunas de las pelis que guardaba en la memoria del ordenador de su dormitorio, y que yo espiaba las noches en que salía de marcha y sabía que no iba a regresar temprano.
 
Si… Deseaba a mi hermano Víctor. Hacía meses que lo deseaba…
 
Me masturbaba pensando en él.  En su polla, o especificando, en su polla jodiéndome el coño de forma bestial.
 
Y allí estaba siempre, con sus amigos en su cuarto. Ninguno me miraba. Víctor tampoco lo hacía. Yo los oía hablar de chicas desde mi habitación; se contaban unos a otros sus correrías y mi hermano no era ningún santo. Había tenido varias novias, y aunque no era del todo faltón con respecto a sus aventuras de vez en cuando se le soltaba la lengua y decía más de la cuenta. Si podía, lo escuchaba con suma atención, y me lo imaginaba a él entre mis piernas.
 
Y me mojaba…
 
A mi hermano, descubrí, le gustan borrachas…
 
Siempre que se le llenaba la boca contando sus batallas era cuando sus novias bebían más de lo que debían. Por norma general, decía bien poco. Supongo que le cortaba que yo pudiera estar escuchando al otro lado del pasillo, aunque no cerraba nunca la puerta, el muy malnacido. Sus amigos le preguntaban y no soltaba prenda. Se hacía el duro, comentarios evasivos, nada más. Pero cuando aquella noche la chica de turno había bebido parecía que se ponía como loco y no podía reprimir el instinto de hacerse el machito frente a sus colegas. Solían ser cuatro, contándole a él. Aquella noche, yo con los deberes de Inglés sobre la mesa de mi escritorio, intentando no prestar atención a los relatos de la juerga del viernes pasado de sus amigos, mirando las letras desordenadas en otro idioma, me descubrí prestando atención a su amigo, que describía como se había follado por el culo a una universitaria del Erasmus, y dibujando yo una enorme polla en la hoja cuadriculada… ¡Joder! A repetir toda la puñetera tarea…
 
Y entonces, uno de ellos, al que conocía como íntimo de mi hermano, se ríe y da un golpe en algún sitio duro del dormitorio. El resto le acompaña, porque seguro que saben de qué va el chiste. Se escuchan movimientos y ruido de la silla de escritorio al rodas por el suelo, redistribuyendo la disposición de los cuerpos.
 
  – El que lo tuvo que pasar bien anoche fue Víctor-, le escucho decir-. Inés estaba completamente borracha.
 
Comentarios de aprobación, palmas que animan y unos cuantos vítores. Mi hermano se ríe entre dientes. Conozco esa expresión de su cara; nervioso,  excitado. Seguro que se le ha puesto dura nada más mentarlo. Pero baja un poco la voz antes de decir nada… a eso no estoy acostumbrada.
 
     – Se la tragó todita, la muy cerda-, comenta, como si nada-. Le di polla hasta la garganta y creí que vomitaría de tanto alcohol que llevaba encima. Pero aguantó como una campeona, y se tragó toda la corrida. Me puso como una moto, estaba completamente salida. El rímel le manchaba toda la cara. El sudor se le pegaba al pelo y le tapaba los cachetes. Pero se lo agarré mientras me la mamaba… viendo como sus mofletes se inflaban cada vez que le daba un pollazo. ¡Joder, qué buena mamada me hizo la muy borracha! No aguanté mucho, pero me salió tanta leche que le rebosó de la boca cuando se la incrusté al final, y casi creí que volvería a casa con los pantalones manchados con lo que se había comido aquella noche. Me sorprendió cuando consiguió tragárselo casi todo, y agarrarme los huevos para estrujármelos mientras me chupaba la puta punta del nabo.
 
Me llevé la mano a mi coño virgen, que latía con fuerza allí donde me tocaba para correrme por las noches pensando en la pollita de mi hermano. Siempre la había imaginado normal, y ahora se me antojaba enorme, venosa y brillante, y la vi metida en la boca de la zorra de Inés, y me dieron ganas de darle un bofetón en esa cara sudada y corrida. No se merecía la enorme polla de mi querido Víctor, ninguna la merecía…
 
Me descubrí más mojada que nunca. Me dolía el coño, sí, dolía…
 
El lenguaje soez de mi hermano me había cortado la carne, me había hecho ver lo que habían visto sus ojos, y ahora no quería dejar de imaginar que eran los míos los que lo miraban con los cojones hinchados a la altura de la barbilla, la boca llena de su polla sudada por estar tanto tiempo en la bragueta, mi estómago revuelto por el alcohol que no sé beber…
 
Y su leche espesa… resbalando por mi boca, iniciando el descenso hacia el cuello y refugiándose en el canalillo de mi pequeño escote. La mano de mi hermano agarrando mi cabeza contra su pelvis, y yo gimiendo mientras siento llegar mi orgasmo…
Las risas de sus amigos me devuelven a la realidad… Me he estado masturbando; a punto he estado de correrme con la puerta abierta de mi cuarto, y no sé si he estado jadeando, ni si me han escuchado al otro lado. Me late la vulva como nunca, duele a rabiar la sensación de vacío que siento allí donde quiero que me ensarte la polla. Sudo y jadeo. He manchado la silla con lo que expulsaba mi coño, y mis dedos están rígidos por el machaque que le he dado a la punta de mi clítoris edematizado. Quiero seguir… pero lo quiero hacer con la polla de Víctor delante.
 
Bueno… Tal vez no precisamente delante…
 
Quiero ser la putita borracha de mi hermano Víctor…
 
Y sé donde guarda mi padre el whisky barato…




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Magela Gracia

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2 Comments:

  1. Un relato interesante aunque la temática no me llama especialmente la atención…

    Besos,
    Marcox

     
  2. Y a mí me gustaría ser tu hermano para que fueras mi putita, borracha o no. Escribes para sentirte al leerte.

     

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