Espiar a la voyeur

Y yo, que soy hombre tranquilo y apenas si tengo a estas alturas pensamientos malsanos, me vi de la noche a la mañana yendo a espiar a una mujer que merecía ser observada.

Sus gestos, su mirada profunda, su pícara sonrisa al morderse el labio cuando creía que nadie podía verla… Todo me hacía volver una y otra vez a ella. A ese parque, a sus historias.

Eso, y que una vez dejó olvidada una de sus hojas en un banco.

Malditas hojas escritas con caligrafía borrosa y tinta negra de pluma.

Yo, que antes era un hombre relajado, sin grandes excesos y con mucho tiempo libre, me veo ahora corriendo al parque a entender por qué una mujer como esa viene a ejercer de voyeur, fantasea de una forma tan masculina, y casi nunca cruzar media palabra con nadie.

No la deseo… pero desearía hacerlo.

Lo que hago es intentar comprenderla.

Porque solamente se me ocurren unos cuantos motivos para hacer lo que ella hace, y ninguno de ellos me pega para esa mujer que ahora mismo tengo delante. Sentada en un banco, con una pequeña perrita a su lado, juega al juego de observar mientras no me presta atención maldita. No me ve, no me mira. Y aunque entiendo que lo que busca no está en la dirección en la que me escondo, siento un enorme pesar en el pecho, por resultarle tan poco interesante.

¿Qué hace que una mujer empiece a escribir pornografía?

¿Qué hace que se comporte como voyeur, cuando es un papel tan masculino?

¿Y qué hace que una mujer, que sólo mira y escribe, me intrigue tanto?

¿Cual es el morbo de la escena?

Me compré una libreta y una pequeña cámara de fotos. Abandoné mi rutina y la cambié por venir a darle de comer a las palomas del parque…

… Y por observar a la mujer, que se transforma en Magela cada noche, escribiendo desnuda.

 
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Magela

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