Hace una semana que Víctor y yo compartimos baño. ¡Baño! En la vida había tenido que esperar para bañarme o usar el wc. Es más, ¡en la vida había tenido que cerrar la puerta para hacer ambas cosas!
Esto es absurdo.
La casa en demasiado pequeña para que de pronto viva alguien más en ella. He escuchado a mi madre quejarse porque ahora no tiene sitio dónde ponerse a planchar y guardar trastos. De pronto parece que no es tan buena idea haber dejado que Víctor se viniera a vivir con nosotros, aunque si he de ser sincera, tampoco es que el muchacho moleste demasiado.
Simplemente es que… no es lo mismo.
Mi madre me reprende si no voy vestida dentro de casa. También me dice que hay que guardar las formas en la mesa, cuando antes podía gastar bromas, me permitían probar la comida del plato de mi padre –que ahora está a dieta y se prepara él una ración de ensalada aparte- e incluso a veces ver la televisión. Ahora dice mi madre que hay que guardar las formas, que no podemos dar mala impresión y que he de aprender a ser una señorita.
¿Mala impresión?
¿Desde cuándo es malo reírse en la mesa? No es que la comida de mi madre me dé muchas alegrías –incluso sospecho que mi padre se ha puesto a régimen para poder prepararse su comida y no comer lo que cocina ella- pero antes hablábamos sin importar si era adecuado preguntarnos ciertas cosas.
Ahora todo lo que hago, lo hago mal…
No sabía que tener una especie de hermano fuera a ser tan complicado.
¿Por qué Víctor no eligió una carrera más corta, de esas de tres años o cuatro años? Como resulte ser mal estudiante va a quedarse por aquí una buena temporada. Tal vez si yo elijo unos estudios más cortos pueda marcharme antes de casa…
Supongo que sólo estoy enfadada por el cambio de vida. Eso, y que en dos días empiezan las clases y no quiero volver a la rutina.
Buenas noches.
Guiño de ojo.